Del coro al caño

Miren, hay películas, aunque otros se pregunten toda la vida por los motivos, que al gran público le sienta bien. Y les importan tres pepinos que fuercen cuanto quieran las clavijas de la historia para provocarles (algo muy loable, por otro lado) ternura o compasión. Una fácil sentimentalidad que comparten, entre otras, «El club de los poetas muertos», «Billy Elliott, quiero bailar» o «Los chicos del coro», que en 2004 encumbró al avispado Barratier hasta la cima de las taquillas internacionales. El galo vuelve ahora a remedar la fórmula con una cinta atestada de graciosos menores en este ya cuarto «remake» de la novela escrita por Pergaud. Y desde la grandilocuente música que arropa los títulos de crédito se lee su declaración de principios: la obra bebe del cine infantil/juvenil realizado básicamente en los 70 y 80 americanos (piensen en Spielberg y cuantos le rodeaban) para contar de manera amable –aunque deje entrever el sustrato de una durísima realidad– la historia ambientada en la Francia de 1944, cuando el país vive los últimos coletazos de la ocupación nazi. En la campiña, los niños de dos pueblos libran también una peculiar batalla que les puede costar hasta los pantalones. Algo es seguro: Barratier nunca da puntada sin hilo y, menos, esta vez, cuando tanta falta hacía una buena aguja a mano.
 

lo mejor:
le ofrece al público lo que ya promete desde el cartel: pasar un rato agradable y tierno
lo peor:
por las mismas, sus demasiado evidentes y a veces facilonas maneras de conmoverlo espectadores