Historia

Jerusalén

El símbolo de Israel por César Vidal

En el año 70, Tito arrasaba el Templo en Jerusalén. Acababa así con el estado judío. Pero en Masada aguantó un grupo de resistentes

El símbolo de Israel por César Vidal
El símbolo de Israel por César Vidallarazon

Un grupo reducido de zelotes se refugió en Masada con la intención de continuar la lucha. El bastión, cuyos restos se elevan aún hoy en día unos cuatrocientos metros por encima del Mar Muerto, se hallaba bajo el mando de Eleazar ben Yaír. Situada en medio del desierto, con reservas de agua suficientes y construida en la cima de una colina, su asedio resultaba especialmente difícil. Para concluirlo con éxito fue enviado Flavio Silva, que marchó contra el enclave al mando de la décima legión y de un conjunto de tropas auxiliares. El romano contaba con que el asedio sería prolongado.

Así, primero estableció el campamento de sus tropas y luego procedió a rodear Masada con un foso y un muro de circunvalación con la finalidad de convertir el cerco en infranqueable. Dado que el terreno no permitía utilizar la maquinaria de guerra (salvo catapultas), Silva ordenó construir una rampa o plataforma cerca del acceso occidental de Masada. Con ella, podría llegar hasta los muros de Masada, a la vez que las torres de asalto se acercaban. Cuando los romanos llegaron ante los muros de Masada, desde una torre de sesenta metros de altura revestida de hierro, lanzaron una lluvia de flechas.

Fuego, la única solución
Cuando Silva ordenó estrellar contra el muro un ariete, provocó la apertura de una brecha. Para evitar la irrupción de los legionarios, los zelotes procedieron a edificar un muro en el interior formado por un conjunto de vigas dispuesto en dos filas en medio de las cuales había un espacio rellenado con tierra. La nueva edificación, efectivamente, absorbió los golpes de la máquina.

Flavio Silva comprendió entonces que la única posibilidad de franquear aquella barrera era incendiarla y ordenó que se arrojasen objetos encendidos. Formado en su mayor parte de madera, el muro en breve fue pasto de las llamas. Sin embargo, el viento cambió de dirección y amenazó con incendiar la maquinaria de Silva. Cuando el aire volvió a arrastrar la fuerza de las llamas contra el muro, Silva prefirió retirarse en la confianza de que al día siguiente sus tropas concluirían con el asedio.

La posibilidad de huir (o de permitir que otros lo hicieran) no entraba dentro de las posibilidades razonables para Eleazar ben Yaír, el dirigente zelote. Reunido con los defensores más resueltos, decidió que sería mejor el suicidio colectivo que la cautividad.
Para llevar a cabo tal propósito, se eligió por sorteo a diez hombres que, efectivamente, degollaron a los judíos de Masada. Finalmente, uno de los diez ejecutores, también elegido al azar, procedió a matar a los otros nueve restantes, suicidándose él al final, no sin antes prender fuego al lugar.

En total, aquel día de mediados de abril, novecientas sesenta personas prefirieron la muerte a manos de sus compañeros a la esclavitud. Cuando los legionarios de Silva entraron en la fortaleza al día siguiente, sólo una anciana y una prima de Eleazar, junto con cinco niños, habían sobrevivido ocultas y bien provistas de agua.

El estado judío había desaparecido. Cuando reapareciera casi dos milenios después, Masada se convertiría en un símbolo de la resistencia, pero también de la derrota que nunca podría repetirse.