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Españolas en la guerra de Libia

Vivieron en España hasta que en los ochenta el régimen de Gafadi los obligó a volver con amenazas. El padre, libio, lucha con los rebeldes; la madre, española, y las hijas esperan su victoria. 

Españolas en la guerra de Libia
Españolas en la guerra de Libialarazon

Nur y Darin, de 25 y 20 años, son españolas de padre libio y madre palestina (y nacionalizada española) que han decidido quedarse en Bengasi, a pesar de que han sufrido en su propia carne los bombardeos de las tropas de Gadafi la madrugada del pasado día 19.

La familia regresó a Bengasi a finales de la década de lo 80, después de que el régimen intimidara a los libios que viven en el extranjero, dándoles un ultimátum de que si no regresaban no regresarían jamás al país. «Vivíamos en la calle Blasco Ibáñez, en el centro de Valencia, y mi marido trabajaba en la compañía de exportación de telas para de mi padre, Farid.Co», explica Linda, la madre de las chicas, en un perfecto valenciano.

Linda recuerda con nostalgia su vida en España, aunque no se arrepiente de haberse casado con su esposo y regresar a Libia. «Nuestra boda fue preciosa. Nos casamos en Monte Becallo», recuerda esta valenciana, de origen palestino, mientras saca de un cajón su álbum de fotos de boda. Sus ojos se irradian al ver de nuevo aquel caserón donde celebró el banquete.

Pero las circunstancias cambiaron y obligaron a la familia a volver a Libia y se establecieron en Bengasi, la ciudad natal de su marido, Abd el Aziz Dabush, de 59 años. «Alá me ha regalado dos hijas y un marido al que no voy a abandonar». Ella está orgullosa de su esposo por la decisión de ir a luchar al frente. «Este país tiene que cambiar. No podemos seguir así», se enerva Linda cuando piensa en cómo ha degenerado Libia en los últimos cuarenta años.

«Aziz siempre cuenta la anécdota de cuando el monarca Sheij Zayed estuvo invitado por Gadafi y en una visita oficial al hospital 1200 de Bengasi alabó las reformas sanitarias del país y dijo que ojalá algún día los Emiratos Árabes pudieran tener un hospital público de esas características», comenta Linda, mientras se pregunta: ¿qué ha pasado con el sueño de la revolución Verde que prometía reforma agraria, sistema de seguridad social, asistencia médica gratuita? «Libia podía haberse convertido en el país más prospero de África. Y ya ves, estamos en el mejor barrio de Bengasi y los accesos a las viviendas no están asfaltados ni tampoco hay alcantarillado», lamenta Linda.

Un misil por la ventana
Hasta hace 15 años vivían con un negocio próspero y un chalet en el acomodado barrio de Haj Dular, que significa el distrito del Dólar. Pero, a mediados de los noventa, Gadafi ordenó la nacionalización de todas las propiedades y empresas privadas de Bengasi y aquellos que no pertenecían a los clanes cercanos al régimen pedieron su estatus social. Su marido era el dueño del Salón Español –una tienda de muebles importados–, pero el Gobierno le obligó a quitar el rótulo de la puerta, dejarlo sólo con el número del establecimiento y pintar de verde la fachada del negocio.

«Ahora tenemos problemas económicos y mi padre nos ayuda a afrontar las dificultades», dice Linda. «El pueblo libio estaba harto, cansado de tantas injusticias y de que sólo se beneficiaran unos pocos, por eso toda la gente de Bengasi se levantó para exigir a Gadafi que se marchara», añade, mientras explica que Aziz decidió enrolarse en el Ejército rebelde para proteger a los miembros de la familia tras los incidentes del pasado 19 de marzo.

«Gadafi quiere arrasar la ciudad de Bengasi. Matarnos a todos. Hacer una masacre contra el pueblo de Bengasi». Sobre las cuatro de la madrugada del 19 de marzo, tres misiles Grad sobrevolaron el tejado de su casa y uno de ellos impactó en la ventana del cuarto de su tío Iman, contigua a la vivienda de ellas, penetrando en la habitación, rebotando en la cama y saliendo por el techo. «Aquello fue un milagro de Dios», exclama Linda.

Se oyeron explosiones, pues además de atacar camiones lanzaderas de misiles, las tropas de Gadafi llegaron con tanques hasta los suburbios de Bengasi. Exactamente en el barrio Tobalina, varios tanques se apostaron bajo el puente de la autopista hacia Trípoli, cerca del aeropuerto, donde residen en Haj Dular. Entonces su cuñado, alertado por las explosiones, bajó al piso de abajo para encender la televisión y unos cinco minutos después el misil entró por la ventana de su habitación.

En el cuarto de al lado estaba la esposa de su hijo y su bebé de un año. Ambos resultaron heridos por el impacto de las municiones. Al pequeño tuvieron que darle varios puntos en la cabeza para cerrar las heridas.

Desde aquella odisea, Darin no ha vuelto a dormir por la noche. «Tengo mucho miedo, cada vez que oigo un ruido, incluso el maullido de un gato, me despierto asustada. Preferiría que aquel misil me hubiera alcanzado, antes que vivir siempre asustada», declara la joven desesperada. «Gadafi dijo que iba a destruir Bengasi. Que iría barrio por barrio, esquina por esquina, casa por casa, hasta limpiar la ciudad de ratas», afirma evocando las palabras del primer discurso del dictador, que comparó a los rebeldes con ratas y terroristas de Al Qaida.

«En la Universidad, cualquiera que se ha mostrado en contra de Muamar o de su familia ha sido expulsado. Tiene miedo de los jóvenes que pensamos distinto, que queremos cambiar el país. Hasta ahora siempre hemos vivido con miedo para hablar, pero se acabó», manifiesta Darin.

Pese a la violencia y la inseguridad que se vive hoy en día en Bengasi, estas valientes mujeres no van a abandonar a Aziz, que aprendió a empuñar un fusil y se marchó al frente hace una semana para luchar con el ejército rebelde por la liberación de Libia. Nur, la hermana mayor, dice con voz tranquila que «nuestra decisión es quedarnos aquí, con nuestra gente, con los libios, aunque seamos españolas».

Planes de boda
Nur tiene novio y van a casarse, pero él vive en Trípoli y desde hace tres semanas no sabe nada de él: «Al principio nos llamábamos, pero después dejamos de hacerlo porque temo por su seguridad». Hay muchas personas que han desaparecido en Trípoli por el mero hecho de tener a algún familiar o relaciones con gente de Bengasi. «Gadafi quiere dividirnos; partir el país en dos para que crear problemas internos entre ciudadanos», se quejo Nur.

Esta joven no está dispuesta a renunciar a sus sueños de casarse con su novio, del que no quiso decir su nombre por no comprometer su seguridad. «Mi vida está aquí en Libia. Trabajo en Bengasi para una compañía española de construcción y quiero formar una familia con mi futuro esposo», explica Nur, que hubiera deseado que las revueltas de Libia se hubieran desarrollado como en Egipto. «Ojalá no hubiera sido así.

Claro que teníamos miedo a levantarnos, a salir a la calle a manifestarnos, pero nadie, ni jóvenes ni mayores, hubiéramos pensado que esto acabaría en una guerra civil», se lamenta. «Nosotros los jóvenes hemos salido para pedir la libertad, pero no sabíamos que nos iba a salir tan cara y que íbamos a pagar todo esto con mucha sangre y muchas muertes de inocentes», implora Nur.

Las agujas del reloj de la guerra giran ahora en sentido contrario, a favor de las tropas gadafistas. Los rebeldes saben que sólo Alá y las bombas de la OTAN podrán evitar la derrota de la revolución libia.