I+D

Compe Qué

La Razón
La RazónLa Razón

Hace poco más de un trienio, justo antes del estallido de la crisis económica, uno de los empresarios más importantes de nuestro país –eso quiere decir que es el propietario y a la vez gestor de sus empresas, tareas que a veces suelen confundirse– me dijo que la economía española tenía dos problemas de fondo muy importantes que hipotecaban la competitividad de cara al futuro: uno, la educación; dos, el coste de la energía. El segundo no me sorprendió viniendo de alguien del mundo económico, pero el primero sí. Entonces él me explicó que, en su opinión, el sistema educativo español era, con carácter general, un desastre debido a la confluencia de una serie de factores; que no todo el mundo puede y debe ir a la Universidad y que había que prestar mucha más importancia a la formación profesional entendida en sentido amplio y moderno, como, por ejemplo, las nuevas tecnologías. Sólo si se hacía eso, insistió, las empresas españolas dispondríamos de cuadros y técnicos de grado medio suficientemente preparados para competir con los de otros países de nuestro entorno. Doy por sentado que tenía y tiene razón y he recordado todo esto a raíz de la publicación de la última entrega del Informe PISA, en el que se vuelve a poner en la picota a una parte del sistema educativo español. Y, de lo de la energía, mejor no hablar para no deprimirnos. En la era Zapatero la política energética ha brillado por su ausencia o, mejor dicho, ha sido confusa y contradictoria, contribuyendo además a crear una gran inseguridad jurídica para las inversiones en las energías renovables. Total, y para que nos vamos a engañar, un auténtico desastre. Así no hay manera de ser competitivos.