Ciclismo

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El Tour de la supervivencia

El Tour es como una guerra. Los soldados, apiñados aquí también por bandos, veintidós en total, luchan entre ellos. La bicicleta es su arma y a veces mata, bombardea. Le sucedió a Alberto Contador el domingo cuando, al chocar su manillar con el sillín de Vladimir Karpets, se fue disparado al suelo.

El Tour de la supervivencia. Vea el gráfico completo en documentos adjuntos
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Y feliz puede estar Contador, alegre se le nota en el día de descanso después de una tarde, la del domingo, la misma que le vio caer por segunda vez, que le tuvo preocupado por su rodilla derecha. Ésa que quedó dolorida en la quinta etapa cuando cayó por primera vez y que, asegura el madrileño, ya no le molesta tanto. Menos, que no es poco. Satisfecho debe estar Contador porque su corazón, el que palpita cercano a su dorsal, sigue latiendo en el Tour. No es poco.
No lo es porque Bradley Wiggins, Chris Horner, Alexandre Vinokourov o Janez Brajkovic no pueden decir lo mismo. Sus números han sido borrados de la lista del Tour más sangriento de los últimos años. Dieciocho abandonos en tan sólo nueve etapas dan buena muestra de ello. Soldados sepultados por las caídas que prácticamente día tras día han asolado al pelotón. De los últimos seis años, sólo en 2010 se recuerda tal número de fatalidades llegados al punto en el que la ronda gala se encuentra, la novena etapa. Por aquel entonces, 17 eran los abandonos, una docena de ellos por caída. Ese número se incrementa en esta edición cuando, producto de los enganchones, han sido 14 los ciclistas retirados.
Es curioso que, atendiendo a los fríos números, cuanto menor ha sido el número de corredores en el pelotón, menos han sido también los hombres que se han ido a casa antes de tiempo. En 2008 y 2009, el Tour se corrió con 180 ciclistas (en general, con 22 equipos son 198). Llegados a la novena etapa, en 2008 eran 10 los retirados y en 2009, en el regreso de Contador a la ronda gala tras el año que le imposibilitaron correrlo, tan sólo eran nueve.
El parte de guerra en esta edición es largo y extenso. Cada post etapa ha sido un hospital. Cada jornada es, como en la guerra, un día de supervivencia donde la ley de la selva clama por encima de cualquier otra. Sálvese quien pueda. El RadioShack, por ejemplo, el equipo que partía con mayor número de líderes con opciones serias a podio, está completamente desolado. Chris Horner y Janez Brajkovic ya no están en carrera. El americano sufrió una conmoción cerebral y tiene la nariz rota. Se cayó en la séptima etapa, pero llegó hasta el final. Los médicos le dijeron que no podía seguir en el frente de guerra. A casa. Peor fue el incidente del esloveno, apenas podía levantarse del suelo en el transcurso de la quinta etapa. Después se diagnosticó que «sólo» tenía la clavícula rota, el tendón de Aquiles de los ciclistas. Fuera. Leipheimer y Kloden, los otros dos líderes del equipo americano, también han saboreado el asfalto, pero aún pueden contarlo, magullados. Como Juan Antonio Flecha, que no se rinde pese a ser embestido por un coche de France Television. Su equipo, el Sky, se está planteando tomar acciones legales contra el conductor imprudente. El ciclista catalán de raíces argentinas se tomó el día de descanso al pie de la letra, ni siquiera salió a rodar para recuperarse del susto y de las heridas. Flecha tiene la rodilla tocada y la espalda y los codos magullados, pero, de momento, no contempla retirarse. Tampoco el otro implicado en la caída, Hoogerland, que voló contra una alambrada y al que tuvieron que darle 33 puntos de sutura.
En el frente británico del Sky se han quedado sin general. Bradley Wiggins, en el que era posiblemente el mejor momento de su carrera deportiva, fue embestido en la séptima etapa. Otra clavícula partida. Equipos descabezados, como el Astana, con el fémur de Vinokourov roto y Roman Kreuziger malherido. Como Gesink, la voz cantante del Rabobank, o como Contador, con la rodilla derecha chirriante. Todos dan gracias por seguir vivos, por continuar adelante en el Tour de la supervivencia. Quien gane no será sólo el más fuerte en montaña. También, el más diestro en soportar la agonía y el dolor de las heridas con las que la guerra del Tour les ha marcado.