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De qué hablan los hombres a solas por Paloma Pedrero

La Razón
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Es una pregunta que me he hecho siempre, hasta el punto de que hace unos años decidí investigarla. En aquel momento, mi marido hacia excursiones y escaladas a montañas con un buen amigo suyo. Las caminatas duraban horas y, después, habían de compartir la noche en refugios. Me pareció que aquellas travesías darían lugar a intensas y apasionadas conversaciones sobre la vida, el amor o los sueños. Le pedí a mi marido que me lo contase. ¿De que habláis durante vuestras escaladas? De nada, me contestó, bastante tenemos con respirar. Ya, hombre, ya, me refiero a los momentos de planicie, de calma, de yantar o antes de dormir, repuse. Ah, no sé, de todo, supongo. Yo seguí tira que tira de la lengua pero no conseguí sacarle nada. Decidí, entonces, hacerle la pregunta a su amigo. Le supliqué que estuviese atento para luego contarme los temas y debates que se traían. El amigo, un hombre tan sensible y culto como mi marido, me prometió fijarse y pasarme la información. Pues bien, después de varios meses de pesquisas me escribió un mail que decía algo así: Lo siento, no puedo concretarte nada. Hablamos, sí, tampoco mucho, pero de ningún tema en particular. Me quedé pasmada. Pues bien, esto también tiene una explicación bioquímica, amigos.
Desde su adolescencia, los niveles de testosterona les llevan por nuevos derroteros que nunca abandonarán del todo. Se refugian en juegos con cable, deportes, soledad… La conversación íntima desaparece de sus deseos. Pasan a la acción. A la disertación. A la competición. Y nosotras, decepcionadas, esperaremos incansablemente a que nos hablen. Utópica espera. Ellos cuando consiguen seducirte callan para siempre.