Actualidad

Ni en Corleone

La Razón
La RazónLa Razón

Muchas gentes de alto talento y mayor dignidad han recibido, contratado y cerrado negocios en un bar. El incomensurable «Tip» lo hacía en la barra de «Casa Sixto» en los altos de la calle Lista, y cuando se hallaba en Valencia en su bar del pasadizo de Mosén Femades. El incomparable personaje de P.G. Wodehouse, Bertram Wooster negociaba en el «Drones Club», el «Club de los Zánganos», un figurado y elitista lugar en el que se reunían los vagos más panolis e ingeniosos de la sociedad post-victoriana londinense. Me estoy refiriendo, realidad y fantasía respectivamente, a dos seres insuperables, rebosados de buen gusto, mejores maneras y sentido del humor. No puedo escribir lo mismo del ex director de Trabajo de la Junta de Andalucía, Javier Guerrero, que prefería un «pub» a su despacho para ultimar sus manejos. Y no puedo hacerlo, porque no lo conozco, y lamentablemente, tengo muy limitados deseos de compartir con él un «gin tonic», que según se desprende de las declaraciones de su conductor, es su bebida favorita.

Lo del socialismo en Andalucía está alcanzando alturas que dejan en porretas a Corleone, el pueblo de Don Vito Andolini, Don Corleone, ese inmenso personaje creado por Mario Puzzo y mejorado por Francis Coppola. Un director general de Trabajo que, según su conductor con pistola, se fumiga el dinero de los ERE en copas y cocaína, es, como poco, un director general de muy reducida ejemplaridad. La amoralidad en el poder. Asiduo y constante cliente del «Pub Caramelo», recibía allí a los empresarios solicitantes de subvenciones públicas, que acudían directamente al local sabedores de que era mucho más probable encontrar ahí al funcionario que en su despacho de la Junta de Andalucía. «Aquello era la cola del médico», ha recordado un colega de bebercios y risotadas.

Pero lo inconcebible es que un director general de Trabajo le entregue a su chófer novecientos mil euros destinados a los parados, que el chófer le devuelva un medido porcentaje de la cantidad recibida, y que esa cantidad sea destinada a la consumición de alcohol y cocaína. Y a todo esto, con Chaves en Babia y Griñán en la luna. El conductor asignado al sindicalista del «Pub Caramelo», Francisco Javier Guerrero, ha destapado el escándalo, y digo yo que con muy altas posibilidades de que todo lo dicho sea cierto y veraz, por cuanto el chófer nada gana dándole a la húmeda, sino al revés, se implica de forma terminante en uno de los presumibles casos más sucios e indignantes de cuantos se han producido en el sistema corrupto andaluz, sistema que ya presenta grietas, escapes, escombros y alcantarillas al descubierto que son consecuencia de un poder omnímodo y un pacto de sumisión y silencio que convierten a Sicilia, a su lado, en el paraíso de la transparencia. Algo sabrá de todo eso Zarrías, el omnipotente, ahora en Madrid pelando la pava.

Zona de la Enramadilla. El señor sindicalista y director general de Trabajo de la Junta, accede al «Pub Caramelo». En la calle, los empresarios aguardan a que su excelencia les conceda audiencia y voz. Eso, el ERE, los despidos y las subvenciones. Entre un «gin tonic» y otro, se liman asperezas y se alcanzan acuerdos. En un maletín, 900.000 euros procedentes de la Consejería de Empleo. El chófer se queda con el maletín y con su contenido. Una parte para él, y el resto, para cocaína y fiestas al gusto de su jefe. Nadie es culpable hasta que no se demuestre lo contrario, y ya vuelan las querellas y las denuncias. Pero me pregunto: ¿Qué beneficio reporta al chófer reconocerse cómplice de un delito tan deleznable?
Y no me respondo.