Presidencia del Gobierno
109 años y ocho meses
Nunca hubiese querido escribir esta columna, pero algún día tenía que ser. Mi abuela Juana habría cumplido hoy 109 años y 8 meses. No ha llegado por muy poco, ya que murió el pasado lunes. Nació el 5 de diciembre de 1900, cuando el siglo XIX daba sus últimos coletazos. El grueso de su larga vida transcurrió en el XX y también disfrutó con plena lucidez de los primeros años del XXI. Hasta hace tres, cuando se cayó porque se rompió la cadera, o al revés, andaba todos los días apoyada en su bastón. Después siguió haciendo ganchillo sentada en su silla de ruedas y, hasta mediados de la semana pasada, vio pasar el tiempo disfrutando de su ración diaria de jamón de marrano «colorao». Cuando nació, el trabajo de la mujer, sobre todo en el medio rural, era muy duro. Además, aunque ahora parezca mentira, las casas no tenían luz eléctrica, ni teléfono, ni agua corriente, ni radio, ni televisión. Ella tampoco era muy aficionada a este último artefacto y se quejaba de que sólo había programas de «descasados y descasadas». La última vez, que yo sepa, que se sentó delante de un televisor fue cuando se murió el Papa Juan Pablo II y, al ver su imagen, sentenció: «Es que ya estaba muy mayor». Nótese que no dijo «era», sino «estaba». Desde entonces se acabó la tele. Ha muerto sin ver cumplido su deseo de que yo «determinase», o, lo que es lo mismo, me casase. Por mi parte no he logrado saber, después de remover todas las instancias que he podido, si era la persona de más edad de España, aunque debían estar cerca. Fue una mujer buena. Descanse en paz.
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