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Oinc oinc por Reyes Monforte
Un pesimista, sin fe en la condición humana, diría que ni el cerdo podía caer mas bajo ni el ser humano aspirar a más. Me considero optimista y quizá por eso ni me sorprende ni me escandaliza compartir genoma con su majestad el cerdo. Me cae bien, le tengo aprecio y gusto, muchísimo gusto. Y no creo que se tomen a mal este cariño interesado ya que, según los estudios realizados, ellos también se dejan seducir por la comida y aunque pueden ceder a ser domesticados, al final siempre prefieren la vida salvaje, o como ocurre con los humanos, que la cabra siempre tira al monte. Ahora, tampoco nos emocionemos en exceso ni tiremos las campanas al vuelo. No hay que olvidar que del cerdo se aprovecha todo, hasta el rabo, y de algunos ejemplares humanos no se puede decir lo mismo. El cerdo se merece cierto respeto. Es cierto que alguna de sus patas puede salir dura, o salada, incluso insípida. Pero no creo que haya ningún cerdo sindicalista que, sin caérsele el hocico de la vergüenza, diga que el derecho a la huelga está por encima del derecho al trabajo, ni ningún porcino sindical que conduzca por intereses creados a toda la piara al matadero sabiendo que mientras todos son sangrados día a día sin piedad, él seguirá viviendo a cuerpo de rey Porky, eso sí, fingiendo representarles, luchar en su nombre y estar sufriendo con ellos. Un respeto a los cerdos. Nos dan demasiado, y no sólo joyas culinarias, sino beneficios médicos, y nosotros les mentamos como mero insulto. Hay que ser cerdos. Ellos no lo harían.
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