Los Ángeles

La vida bajo amenaza nuclear

El Gobierno de Estados Unidos ha puesto en marcha un plan para educar a los ciudadanos en caso de ataque nuclear. Como en la Guerra Fría, pero con Al Qaida al fondo

Un dibujo publicado en la prensa de los años 50 imagina un mundo feliz protegido con un refugio familiar
Un dibujo publicado en la prensa de los años 50 imagina un mundo feliz protegido con un refugio familiarlarazon

Cómo ponerse a salvo cuando la amenaza es tan terrible que es inimaginable? ¿Qué deberíamos hacer en caso de ataque de bomba nuclear en una gran ciudad? ¿Qué tendrían que hacer los ciudadanos de grandes urbes como Los Ángeles, Nueva York, Washington o Chicago? Lo primero y contra cualquier instinto: sobre todo, no correr. Quedarse en casa, en el ascensor, en el coche o en el metro, es decir, en el sitio donde estemos en el momento de la explosión de la bomba. Y, por su puesto, esperar a que las autoridades nos avisen de que podemos salir del refugio, preparado o improvisado, donde nos hemos tenido que resguardar. Recientes análisis científicos muestran que hay probabilidades de sobrevivir a un ataque nuclear si la gente se pone a cubierto justo después del impacto para evitar la exposición a la radiación letal inmediata.

El experto de la Universidad de Columbia experto en materia de seguridad Austin Long reconoce que «la posibilidad de que se produzca un ataque nuclear en una ciudad estadounidense es muy baja, pero sí es cierto que no es imposible».

Las nuevas investigaciones demuestran que se pueden reducir las bajas en un cincuenta por ciento si la población procede conforme a los protocolos que ha desarrollado el gobierno estadounidense. Pero, el gran desafío de la administración del presidente Barack Obama es concienciar a la gente sin desatar el pánico.

Desde el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, se ha rechazado contestar a las preguntas de qué programas de respuesta tiene Washington preparados en caso de ataque nuclear. De momento, quieren dar la sensación de que ni siquiera se contempla la posibilidad de que Estados Unidos reciba un ataque nuclear como sí ocurría en los años 50 y 60 en plena Guerra Fría.

El arquitecto español Miguel Quismondo, afincado en Nueva York desde hace ocho años, reconoce que «todavía quedan en algunos edificios, sobre todo de los años 60, las placas en las fachadas con el aviso de que están provistos de refugios en caso de ataque nuclear. Últimamente, se ha comentado que lo que habría que hacer es quedarse tranquilamente en casa. Y simplemente esperar. Tener cuidado con los alimentos que se comen y, por su puesto, no beber agua del grifo hasta que las autoridades locales avisen a la población de que el peligro ha pasado», explica Quismondo.

En cambio, la administración Obama ha presentado recientemente un protocolo de 130 páginas de cómo actuar en caso de este tipo de emergencia dirigido a catorce agencias del gobierno y a la Cruz Roja. Entre los departamentos que recibieron el documento se encuentran el de Seguridad Nacional, el de Emergencia, el de Agricultura, la NASA o el de Medio Ambiente. 


Sellar las fronteras
Dicho documento se centra sobre todo en tres apartados: 1) Refugio y evacuación, 2) Cuidado médico y 3) Seguimiento de la población y descontaminación. Long apunta que «gran parte de los esfuerzos para prevenir un ataque nuclear terrorista en Estados Unidos corre por cuenta de los servicios de inteligencia estadounidenses y los esfuerzos de contraproliferación (de armas nucleares), desde el control de materiales nucleares procedentes de la antigua Unión Soviética hasta el seguimiento terminó, por ejemplo, con la red del paquistaní Abdul Qadeer Khan». Este científico nuclear e ingeniero consiguió su fama después de convertirse en líder del programa atómico de su país. Pero la circunstancia de que vendiese armas a Libia, Irán y Corea del Norte le puso bajo sospecha ante los ojos de Washington.

En el documento de 130 páginas preparado por la administración Obama se pone de manifiesto que «después de los ataques del 11 de septiembre la nación ha tomado medidas históricas para afrontar las amenazas contra nuestra seguridad. Esta guía representa una más dentro de los esfuerzos por aumentar la preparación del país ante posibles ataques contra nuestro país».

Pero lo cierto es que la mala gestión del desastre del huracán «Katrina» a finales de verano de 2005 dejó al descubierto la incapacidad del gobierno estadounidense, entonces con el republicano George W. Bush, de cómo hacer frente a una situación de crisis. Este verano el presidente Barack Obama experimentó su propio «Katrina» con el desastre de British Petroleum (BP) cuando explotó una plataforma petrolífera en el Golfo de México, que mató a once personas en el momento del accidente y dejó que se vertieran al océano millones de litros de petróleo durante meses.

En este sentido, Long destaca que «las fuerzas de la ley estadounidenses tienen una gran función en lo que se refiere a intentar prevenir que material nuclear entre en territorio estadounidense. Pero probablemente se ha trabado bastante menos en términos de limitar el daño en caso de que una explosión nuclear tenga lugar», admite el profesor de la Universidad de Columbia del departamento de Asuntos Internacionales.

En 2007, el Congreso destinó 5,5 millones de dólares para estudios sobre desastres atómicos, de los que se llegó a una conclusión muy sencilla, que «las ciudades tienen poca información disponible» para los ciudadanos. Parte de los resultados fueron sorprendentes. Concluyeron que las luces de después del estallido de una bomba podrían dejar a muchos conductores ciegos, con lo que se causarían muchos accidentes y se complicarían las tareas de evacuación. Ahora, en un página web, el departamento de Sanidad ha puesto al servicio de los ciudadanos una guía de comunicación en caso de incidente nuclear.


El arsenal de Al Qaida
Dicha guía hace hincapié en que «los análisis científicos han mostrado que la amenaza de hoy en día es diferente (a la de la Guerra Fría); es posible que miles de personas puedan sobrevivir a la misma, especialmente si siguen los protocolos adecuados de refugio y educación. Pasar las primeras horas en un buen lugar de resguardo, como el centro de un edificio con muchas plantas, puede mantener la radiación a niveles que no sean letales».

El profesor Austin Long admite que en la actualidad «la amenaza podría venir de organizaciones terroristas como Al Qaida, capaz de adquirir el material y el conocimiento para construir un arma nuclear. Este material podría venir de un almacén nuclear con poca seguridad. De ahí que Estados Unidos se haya centrado en ayudar a otras naciones a mantener a buen recaudo sus materiales nucleares», afirma. Todavía así, nadie se atreve a hablar de la posibilidad de un ataque nuclear. Y Washington mide al milímetro cualquier comentario para no alertar a la población. Por su parte, los científicos insisten en que se puede superar.

 

Con un refugio particular en el jardín
La Guerra Fría y la amenaza atómica desarrolló un imaginario popular que pronto fue llevado a las pantallas. Decenas de películas muestran un mundo y submundo aterrador en el que no sólo las bombas lanzadas desde el Imperio Rojo, sino también los marcianos de color verde, estaban acechantes. Sobre todo un escritor, el misterioso Thomas Pynchon, ha narrado las paradojas de esos miedos del exterior, ya vengan del planeta Tierra o de Marte.