Conferencia Episcopal
Visita constructiva al Papa
Aunque la primera visita del presidente Zapatero a Su Santidad Benedicto XVI no es ajena a la Presidencia española de la UE, lo cierto es que se ha centrado en cuestiones que conciernen muy directamente a las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia, como la educación, la legislación sobre libertad religiosa y sobre la sacralidad de la vida, la Alianza de Civilizaciones y las visitas que el Pontífice realizará a España el próximo 8 y 9 de noviembre y en agosto de 2011. Como es natural, la entrevista ha transcurrido durante media hora en un afectuoso clima de cordialidad, acorde con los profundos vínculos que unen a la Santa Sede y la sociedad española. Más aún, tanto el presidente español como los responsables vaticanos subrayaron la buena sintonía que reina en las relaciones mutuas. Así se puso de manifiesto también en el encuentro subsiguiente con el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Bertone, que se prolongó durante casi una hora y en el que se pasó revista detallada a los diferentes asuntos pendientes entre ambas partes. Que no son pocos ni fáciles de transitar, ciertamente, pero tampoco constituyen obstáculos insalvables para que se establezcan fructíferos cauces de cooperación. Acierta el presidente Zapatero al mantener expeditas y sin prejuicios las relaciones con la Santa Sede, en beneficio de ambas partes y como servicio a los millones de españoles que se declaran y se profesan católicos. Nunca faltarán fricciones ni choques, inherentes a la condición humana, pero no serán motivo de lamento ni de diatriba si se saben resolver con diálogo, con voluntad constructiva y con altura de miras. Su Santidad el Papa es un viejo conocedor de España, a la que ha viajado en diversas ocasiones, su Iglesia le es muy querida y sus raíces culturales no le son ajenas. También aprecia en alta medida la influencia que nuestro país tiene en Iberoamérica, el continente al que se está desplazando el centro de gravedad del catolicismo. En cuanto al presidente Zapatero, en estos seis años de gobernante ha podido comprobar el papel excepcional que desempeña la Iglesia como factor de cohesión, solidaridad y desarollo de la sociedad española. Función espiritual y social que concita el aprecio y la admiración de los ciudadanos, especialmente a raíz de los estragos que está causando la crisis económica. Más allá de las lógicas disensiones, el presidente del Gobierno ha sabido mantener en todo momento una mesurada y cordial relación con la Santa Sede, desoyendo algunas voces conflictivas o beligerantes, porque eso es lo que pide la gran mayoría de los españoles, que rehúye el encontronazo gratuito y apuesta por la moderación. A diferencia de los lazos que puedan unir a un país con otro, basados en los intereses comunes y en las decisiones estratégicas, los que unen a España con la Santa Sede atienden solamente a un mejor servicio a los españoles, sus derechos y libertades, sus convicciones religiosas y morales, sus compromisos como ciudadanos y como creyentes. En ese punto nuclear deben coincidir el poder político y la Iglesia, más allá del color del Gobierno o de las coyunturas de partido. Así lo entendió ayer Zapatero, por lo que no podemos por menos que felicitarle y felicitarnos.
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