Elecciones autonómicas
Vertebrar Euskadi por José María Marco
En 2008, el plan estratégico de los terroristas etarras pasaba por la negociación con el Partido Socialista vasco y con el Gobierno socialista, luego por una tregua temporal –primero– y más tarde definitiva y, finalmente, por el establecimiento de un frente nacionalista. Lo cuentan Mariano Alonso y Luis F. Quintero en su excelente biografía «Otegi. El hombre nuevo», un relato preciso, sin retórica, de la vida del antiguo terrorista (integrado en la banda después de la llegada de la democracia y hasta los años 90), ahora en trance de reinventarse como líder intachablemente democrático.
Aquel programa se ha ido cumpliendo con los años, hasta llegar a la actual situación en la que el reto de acabar con la violencia, aunque no ha acabado del todo, ha dado paso a otro. Lo que se plantea ahora es el desafío soberanista sin rebozo. Aun así, no está claro que vaya a haber una mayoría nacionalista en el Parlamento vasco, ni tampoco está clara la línea que vaya a adoptar el Partido Nacionalista. Es cierto que ya no queda ninguna duda de que el objetivo estratégico del PNV es la independencia. Esa ambigüedad, tan cuidadosamente cultivada, ha quedado despejada en esta campaña electoral, como bien demostró LA RAZÓN de ayer. En cambio, no está tan clara la relación que el PNV establecerá con Bildu, porque probablemente no querrá gobernar con ellos, pero tampoco estará dispuesto a que los radicales hagan oposición a su costa. El PNV, en resumidas cuentas, se encuentra metido en la trampa de querer fagocitar una línea política a la que –en realidad– ha supeditado su posición y su discurso.
Que ésa sea la posición del PNV no quiere decir que la sociedad vasca en su conjunto se vea encerrada en la misma trampa. El Partido Socialista lleva años jugando a competir con los independentistas radicales e incluso violentos, y ha desaprovechado la ocasión de oro que le ha brindado estos años Basagoiti. Ahora mismo, el socialismo resulta una opción difícil de entender excepto para los creyentes más fervorosos. Queda la opción del Partido Popular. El PP del País Vasco es el único partido político que no tiene dudas en cuanto al asunto de fondo, que es el de la preservación de la unidad de la nación española, una unidad indiscutible en la que Euskadi o el País Vasco ocupa un lugar singular y específico. Además, en estos últimos años el PP vasco ha ofrecido garantías suficientes de que está en condiciones de dialogar y negociar con todas las fuerzas políticas, excepto las radicales y las violentas: es la única organización política con capacidad de vertebración. Las dos cualidades son inseparables y como tal, permiten afirmar que existe una salida constructiva y sensata para el País Vasco.
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