Elecciones Generales 2016
El PP a la caza de un millón de votos del PSOE
Los estrategas electorales del PP lo tienen claro, y Mariano Rajoy, también. El 40 por ciento del porcentaje de sufragios que obtuvieron en las pasadas elecciones generales –su segundo mejor resultado histórico– no les será tampoco suficiente para ganar en las próximas.
«Tenemos que conseguir que nos voten los que nunca lo han hecho y la moderación es la clave del éxito», sostiene uno de los consejeros de cabecera del jefe de la oposición. Por tanto, no sólo confían en la abstención, sino que lo que buscan es el voto del centro-izquierda menos ideologizado y más enfadado con el Gobierno socialista.
Rajoy trabaja con una hipótesis demoscópica que explica bien su política, su estrategia y su discurso político, económico y hasta territorial. En Génova dicen que hay hasta un millón de personas que en algún momento han votado a José Luis Rodríguez Zapatero y que hoy pueden votar al PP. La cifra se sostiene en los sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), además de en otras encuestas privadas, y sale, entre otras variables, de contrastar las cifras de recuerdo de voto y las de intención de voto.
Ahí se explica por qué la dirección popular no ha querido mancharse en la pelea entre Gobierno y sindicatos. Ni tampoco ha sido agresiva con las centrales sindicales más de lo estrictamente obligado ni se ha puesto al frente de la pancarta que propugna una nueva Ley de Huelga o una aplicación estricta de la regulación sobre liberados sindicales. Y esto en clave económica, porque lo mismo puede decirse de muchos otros debates controvertidos ideológicamente. La opinión de un destacado miembro de la dirección popular no puede ser más elocuente: «El problema de España no es ideológico, sino de gestión, y nuestra prioridad es presentar un programa de Gobierno para salir de la crisis y no meternos en broncas innecesarias. La gente no quiere broncas sino soluciones».
Fidelidad
El PP es uno de los partidos políticos con más fidelidad de voto, de lo que presumen en su cuartel general madrileño. Y si tienes a los tuyos controlados, como ellos dicen, cobra entonces mucho más sentido que tu prioridad concuerde con la esencia de las teorías del sociólogo Pedro Arriola: de aquí a las elecciones generales el motor de la política del PP será representar a la mayoría e intentar que nadie tenga miedo a un Gobierno popular.
En las elecciones del 96 el PP llegó a La Moncloa con casi el 39 por ciento de los votos, porcentaje que se amplió hasta el 44,54 por ciento en 2000. El PP explica hoy eso en lo que llama el «síndrome de perplejidad» de la izquierda, un «síndrome» que aspira a reeditar ahora desde la oposición. Sabe, eso sí, que con el actual sistema electoral sus posibilidades de gobernar dependen de dos condiciones: por supuesto, del porcentaje de voto; pero también de la distancia que le separe de la segunda fuerza.
Con vistas al largo proceso electoral que se inaugura con las catalanas de noviembre, en Génova aseguran categóricamente que da igual lo que digan o lo que incluso critiquen en algunos satélites de su órbita porque la «hoja de ruta» de Rajoy hasta las generales está marcada y no se desviará ni un milímetro del lema de la moderación. Y hay más, los «marianistas» advierten de que ni siquiera es una cuestión de táctica o de marketing, sino que Mariano Rajoy «es como es, una persona moderada, dialogante y que ya actuaba de apagafuegos en las etapas anteriores». «Está haciendo lo mismo que hizo Aznar cuando centró el partido», contestan sus más fieles cuando se les pregunta por el perfil bajo del líder.
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