El Cairo
«Están arruinando a Egipto»
No se sabe de dónde salieron, ni quién organizó su ataque. Los partidarios de Mubarak irrumpieron en escena el jueves después de comer: a pie, en caballos y camellos. Se rumorea que fueron reclutados barrio por barrio con órdenes muy concretas e, incluso, que las sillas de montar tenían el emblema de la Policía.
Además del arsenal de armas blancas, común a ambos bandos, traían también alguna pistola. Su carga fue organizada y simultánea. Intentaron reducir a los manifestantes durante horas y se lanzaron también contra la prensa extranjera, llegando a asediar incluso el hotel Hilton donde se encuentran decenas de periodistas, e hiriendo a decenas de reporteros, cámaras y fotógrafos.
Los opositores aseguran que fueron reclutados y pagados por el régimen, que son matones de la dictadura. Después de 24 horas de batalla campal, el primer ministro recién nombrado por Mubarak, Ahmed Shafiq, quiso negarlo: salió en televisión condenando su violencia, asegurando que los matones no tienen nada que ver con el Gobierno, e incluso pidiendo perdón por no haber sido capaz de frenarlos a tiempo.
Cierto es que las declaraciones llegaban después de que los manifestantes hubiesen vuelto a ganar posiciones, aguantando como podían el asedio, mientras el Ejército se mantenía impasible, excepto en casos muy flagrantes, como si fuese un árbitro de boxeo. El discurso de quienes apoyan a Mubarak se construye sobre la hipótesis de que sólo él puede mantener la estabilidad de Egipto.
«¿Qué han conseguido con las protestas? Sacar a los presos de las cárceles y extender el caos por todo el país. La economía se arruinará por su culpa», decía un comerciante en el pudiente barrio de Zamalek pero, a pesar de todo, no defendía la brutal carga del miércoles. Quien defiende al dictador también saca a relucir unas cifras macroeconómicas notables, las de un sistema ineficaz en el reparto de riqueza pero que ha venido creciendo al 5% últimamente; y cuyas reformas económicas han sido premiadas por el Banco Mundial, colocándolas en el «top 10» mundial sobre estímulo de crecimiento.
Pro Mubarak
- Quieren mantener la supuesta estabilidad que Mubarak ha dado a Egipto tras las guerras con Israel y los privilegios de los que disfrutan.
- Salvaguardar la industria turística, muy dañada tras diez días de revuelta que ha dejado 1.000 millones de dólares de pérdidas.
- Aceptan la salida del «rais» bajo sus propias condiciones y en ningún caso con deshonra, como Ben Ali en Túnez.
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