Emprendedores

Rebeldes con causa por José María Marco

La Razón
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Cunde por todas partes la preocupación por los jóvenes y su situación. Se habla de medidas de protección, de patrocinio a sus iniciativas, de promocionar su creatividad. Toda la sociedad, en realidad, imita a los jóvenes. Lo joven, la juventud y los valores de innovación, rebeldía y dinamismo que adornan ese feliz momento de la vida predominan en el mundo, en particular en el mundo oficial, que se vuelca en la promoción de lo que llama la «cultura juvenil». En resumidas cuentas, los jóvenes son objeto de una campaña de adulación de gran envergadura, destinada a convencerles de que el mundo al que se enfrentan es el mejor de los mundos posibles, el más «cool», empático, auténtico, relajado y natural que se pueda imaginar.

La realidad, como ya van descubriendo muchos jóvenes, es bien distinta. Para empezar, por la formación; muchos jóvenes han sido engañados por un sistema de enseñanza que les ha prometido una mejor situación social mediante unos títulos que han sido conseguidos sin esfuerzo. Incluso se les ha llegado a regalar títulos a la fuerza, cuando los propios jóvenes no los querían. A nadie le extrañará que el sistema de enseñanza español se haya convertido en una gigantesca máquina de creación de paro.

Por otro lado, a los jóvenes se les convence para que pidan salarios mínimos, protección, intervención contra el despido, etc. También en este caso bastantes jóvenes se empiezan a dar cuenta de que estas medidas, aparentemente destinadas a instaurar un mundo más justo, son barreras destinadas a proteger a quienes tienen trabajo contra aquellos que quieren tenerlo, en particular los jóvenes que nunca han trabajado. Los partidos –los partidos socialdemócratas– sirven ahora para eso: para defender los intereses de los integrados o, por decirlo de otra manera, de los privilegiados.

Los jóvenes tampoco lo tienen fácil a la hora de montar sus propias empresas: la burocracia sigue siendo intrincada, las relaciones laborales siguen dominadas por intereses ajenos a los de empresarios y empleados, y no hay crédito porque el Estado absorbe todo el dinero para pagar sus gastos y sus deudas: en el fondo, es otra forma de defender a quienes tienen trabajo de quienes no lo tienen. Si los jóvenes logran superar todo esto, el (poco) dinero que ganen irá destinado a pagar esa misma deuda. Además, una parte muy importante de sus impuestos servirá para sufragar las pensiones de quienes no han tenido el menor reparo en sacrificar a esos mismos jóvenes a sus propios intereses y que ahora quieren que les paguen la jubilación… Si yo fuera uno de los jóvenes actuales, no tendría muchas dudas acerca de mi actitud ante un sistema destinado a machacarme mientras me cubre de agasajos.