La Rioja

En La Rioja septiembre huele a vendimia

Y a sarmientos, y a pan... La gastronomía, pero, sobre todo, el vino forman un todo con la tierra que tiene nombre de vino. El paisaje, la arquitectura, la mesa... Todo es enología 

El campo plagado de viñedos invita al viajero a realizar rutas a pie, a caballo o en bicicleta. Los más atrevidos pueden hacerlo, incluso, en globo
El campo plagado de viñedos invita al viajero a realizar rutas a pie, a caballo o en bicicleta. Los más atrevidos pueden hacerlo, incluso, en globolarazon

El vino forma parte del paisaje riojano. Interminables hileras de cepas visten de rayas las llanuras y las suaves lomas en una visión sólo interrumpida por los chopos que acompañan a los ríos y por la torre de la iglesia de algún pueblo que se alza en la colina. Las diferentes escalas de amarillos, dorados y ocres conviven con el rojo que llegan a alcanzar las hojas de algunas cepas. No es posible disolver el binomio que La Rioja y sus caldos han formado con el paso de los siglos. La tierra, el paisaje, la arquitectura, la mesa... todo aquí es enología.
Vívala en el viñedo, en la bodega, en el hotel... Uno de los mejores modos de hacerlo es disponer de un guía que durante el paseo explica al viajero los secretos de la vid y las tareas de la viticultura. En casi todas las localidades vitivinícolas se ofrece este atractivo al turista, del mismo modo que muchas bodegas – más de cincuenta– permiten conocer in situ el proceso de elaboración en sus visitas guiadas que finalizan, casi siempre, con una cata. Entre las 500 bodegas de La Rioja, hay algunas centenarias y otras que constituyen importantes muestras de la arquitectura de vanguardia; bodegas con importantes colecciones de arte; otras con programa de visitas para niños y pequeñas bodegas familiares.

Una de las opciones más recomendables en una ruta enológica es disfrutar de una jornada en el Museo de la Cultura del Vino Dinastía Vivanco, en Briones. Sus 4.000 metros cuadrados recogen la colección de una familia de bodegueros, los Vivanco, con muestras de arqueología, pintura, escultura... Además, cuenta con una biblioteca especializada, una sala de degustación, dos restaurantes, una sala de conferencias y una enotienda.

Para toda la familia
El turismo enológico también es una opción para niños. Los más pequeños encontrarán en La Rioja, en sus viñedos y en sus bodegas muchas actividades de lo más didácticas y divertidas. Seguro que disfrutan mientras aprenden cómo se elabora el vino y, sobre todo, pisando la uva para hacer el primer mosto. Corretear entre los viñedos o hacer una ruta en bici (incluso a caballo) resultará para ellos toda una aventura que difícilmente olvidarán. Y aprenderán muchas cosas, sobre todo si visitan el taller de un artesano del vino, ya sea tonelero, botero o alfarero...

Los buenos caldos siempre van unidos a la gastronomía y, en La Rioja, el binomio resulta más que obligatorio, pues la cocina riojana es una de las más variadas y ricas de nuestro país. Pruebe las patatas con chorizo, las pochas a la riojana (un auténtico manjar), los pimientos, el cabrito asado y por supuesto... las chuletillas al sarmiento. El lugar que elija para degustar estos platos es lo de menos. Puede optar por importantes restaurantes
galardonados internacionalmente, que añaden a las recetas tradicionales enriquecedores toques vanguardistas, o elegir un pequeño restaurante con todo el sabor a lo auténtico, a la tierra, que aún se conserva intacto en La Rioja y que quizá se encuentre ubicado en una cueva. Sea donde sea donde se siente a la mesa, el aroma quedará para siempre atesorado en su memoria y lo recordará como «olor a La Rioja»; porque en tierras riojanas huele a lumbre, a chuletillas al sarmiento. No son chuletas asadas, sin más; el fuego se hace con sarmientos, son los tallos secos de las vides los que sirven como combustible para hacer las hogueras en las que se asan las costillas de los mejores corderos riojanos.

Aún queda, no obstante, una asignatura gastronómica pendiente: los pinchos, a ser posible en la calle Laurel de Logroño y en sus alrededores (San Agustín, San Juan...). Pasee esta zona, llamada «La Senda de los Elefantes», con calma; adéntrese en cada uno de sus pequeños bares y deguste el pincho especialidad de la casa con un vaso de vino. Es uno de los mayores placeres que puede disfrutar.

Tras la ruta gastronómica, o quizá antes, aproveche que se encuentra en pleno Casco Antiguo logroñés y visite, en medio de esa Senda de los Elefantes, la Plaza de Abastos; merece la pena el edificio, el ambiente... y se hará una idea de la calidad y la variedad de la huerta riojana. Al lado, en la Plaza del Mercado, la Concatedral de La Redonda y sus «torres gemelas». Un paseo por Portales, que fue el centro de la vida logroñesa a comienzos y mediados del siglo XX y que vuelve a ser una alegre calle peatonal llena de cafés y terrazas le llevará al Revellín y podrá observar los restos de la antigua muralla.

Asómese al Ebro desde el Puente de Hierro o el de Piedra; o, aún mejor, descienda por los paseos peatonales hasta su orilla. De vuelta, la iglesia de Santa María de Palacio y, por supuesto, la de Santiago el Real, con una gran fachada barroca coronada por una imagen de Santiago Matamoros y un impresionante retablo en su altar mayor. Ha sido, desde siempre, parada imprescindible de los peregrinos en el Camino de Santiago, que tiene en La Rioja y, concretamente, en Logroño, una importante encrucijada.

Y, como vivir el vino no sólo es beberlo, una de las opciones para comenzar a disfrutarlo es un paseo por los viñedos. Puede hacerlo a pie, en bici, a caballo... hasta en globo. Porque en La Rioja los amantes del deporte y del turismo activo tienen mucho que hacer y pueden disfrutar de sus actividades preferidas mientras se sumerjen en la cultura enológica. Algunas empresas se han especializado y han preparado paquetes turísticos en los que se mezclan el vino, la gastronomía, la cultura y la naturaleza. De este modo, el viajero logrará sumergirse en La Rioja, en su esencia, porque combinará las catas en la bodega con las visitas culturales a localidades tan interesantes como Santo Domingo de La Calzada, Nájera, Fuenmayor... con paseos a pie entre los viñedos (o a caballo, o en bici...) o con una vista aérea del paisaje que logrará en un emocionante vuelo en avioneta. Una vez en tierra, el enólogo de una famosa bodega le contará la historia del vino y responderá a todas sus inquietudes. Porque visitar esta tierra no es simplemente hacer un viaje, es vivir una experiencia.

Para descansar, la hotelería riojana ofrece alojamientos de todas las categorías y tipos. Puede optar por un establecimiento tradicional, por una antigua hospedería o por un hotel rural con su propio programa de enoturismo. La red de albergues para los peregrinos del Camino es otra opción igualmente digna de tener en cuenta. Pero, ya que estamos de ruta enológica ¿por qué no dormir en una bodega?