Barcelona
Rajoy es más fiable
Las previsiones electorales del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) son, nadie lo duda, de una contundencia inapelable, aunque no conviene ignorar que el 31,5% de los españoles que piensan votar el 20-N aún no ha decidido a qué partido lo hará. El porcentaje es lo bastante significativo como para tenerlo en cuenta a la hora de matizar aspectos muy relevantes, como por ejemplo la holgura de la mayoría absoluta del PP, la pugna cerrada en Cataluña entre PP y CIU o si el brazo político de ETA, Amaiur, le disputa al PNV la supremacia del soberanismo. Los indecisos también pueden influir de modo vital en el futuro político del candidato socialista Pérez Rubalcaba, pues no será lo mismo que coseche el peor resultado del PSOE desde 1977 o que supere por los pelos el obtenido por Almunia en el año 2000. El CIS le augura una horquilla de 116 a 121 escaños; de cumplirse la primera opción, la debacle adquiriría dimensión histórica, pues el PSOE bajaría de los 118 escaños que obtuvo en las primeras elecciones democráticas. Pero incluso la mejor de las hipótesis sería igualmente nefasta para el liderazgo de Rubalcaba, pues hay que recordar que Joaquín Almunia, pese a lograr 125 escaños, fue fulminantemente relevado al frente del PSOE. Por tanto, hoy por hoy, si los pronósticos fueran acertados, el mayor problema del candidato socialista no sería perder las elecciones, sino perder el partido. Todo lo contrario le sucede a Mariano Rajoy, al que la encuesta promete los mejores resultados que jamás haya obtenido el PP, que hasta ahora fueron los 183 escaños de Aznar en las elecciones del 2000. La horquilla 185-190 supone una muy holgada mayoría absoluta, dato que sin duda hará reaccionar tanto a los socialistas como a los nacionalistas para impedirla, e incluso puede movilizar al deprimido votante de izquierda, tan inclinado a demonizar a la derecha. No obstante, a pesar de esta enorme diferencia que separa a PP de PSOE, hay una constante parlamentaria que se mantiene invariable: la consolidación del bipartidismo, con 311 escaños, lo cual relativiza la irrupción de formaciones radicales o el ascenso de grupos minoritarios, como por ejemplo los comunistas de IU, que con 8 escaños se convertirían en los principales beneficiarios del hundimiento del PSOE; de este modo, Cayo Lara rescataría a su partido de la semiclandestinidad parlamentaria en que lo sumió Gaspar Llamazares por su entreguismo al PSOE. En Cataluña también se registran notables variaciones electorales, consecuencia del retroceso socialista y del reajuste del mapa electoral. El más llamativo es el ascenso del PP, que pasa de 8 a 12 escaños; tutea a CiU (obtiene 13 escaños) e incluso le gana en Barcelona. Que los populares le disputen a los nacionalistas el segundo puesto revela claramente que han ganado ya la batalla de la credibilidad en ambientes incluso hostiles y demagógicamente predispuestos contra ellos. A ello ha contribuido, sin duda alguna, la confianza que transmite Mariano Rajoy y que el CIS certifica cuando pregunta a quién se prefiere como presidente de Gobierno: el 38,8% señala al líder popular, mientras que 36,9% opta por Rubalcaba.
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