Ministerio de Justicia
Constitucional con carné
Hay que vivir en el futuro para ser contemporáneo del presente, y es lícito mirar por encima de la Constitución y recrearnos melancólicamente en ejemplos más eficientes. La Corte Suprema de EE UU ejerce también como Tribunal Constitucional (como debería ser entre nosotros ) y sus integrantes, en número no tasado, son designados por el presidente de la nación, vitaliciamente y tras examen vinculante del Senado. Sólo pueden ser destituidos por «impeachment» del Congreso, o cesar a petición propia. El blindaje del respetadísimo cargo hace frecuente en Washington que quien fue nombrado como demócrata acabe en clave republicana, y viceversa. No esperar nada de nadie afila el criterio. Además, hay grandeza y añoranza por la división de poderes. El presidente Obama ha hecho magistrada a Elena Kagan, considerada progresista, pero tan profesional que suscita la simpatía de los republicanos y la alarma de los demócratas. En España somos más burdos, y todo periodista tiene filiados políticamente a los integrantes del Supremo y el redundante Constitucional, y podemos adelantar el contenido de los fallos sumando los propuestos por el PP y el PSOE. Tenemos politizada la Justicia desde que Alfonso Guerra diera por muerto a Montesquieu, Barón de Secondat, y hay fallos judiciales que se resuelven en los despachos de los partidos. Manuel Azaña no quería a Alejandro Lerroux como ministro de Justicia «porque acabará subastando las sentencias a la puerta de los juzgados». Más o menos, tal que hoy. Pascual Sala, hola y adiós.
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