Festival de Málaga
Cine sin pan
Una de las primeras conclusiones a las que llegamos la noche de los Goya, a pesar de los canapés, es que el cine español es un cine sin pan, que no hay trigo limpio y si hay mucha miga es miga negra de miseria dura de roer y sabor amargo. La película de Villaronga, la gran triunfadora y sorpresa cantada como yo mismo escribí hace unas semanas, más allá del singular talento de su director para contar historias, no deja de ser una parábola de regreso a la posguerra civil, la crueldad ibérica y la pesadumbre famélica aliviada a mordiscos de cereal pobre, que era un género que considerábamos ya caduco y ahora representa el nuevo espejo de la caterva nacional. Terminada la gala, no habría que cotillear sobre los trajes que llevan tales o cuales actores actrices, muchos de préstamos. El problema es cuando se los quitan, digieren las croquetas y nos quedamos una vez más con la imagen del cine español muerto de hambre.
Los manifestantes de rigor en esta ceremonia sostenían en la puerta pancartas con el lema: «Primero Mubarak, ahora vosotros», refiriéndose a la ministra Sinde y su ley que todavía nadie entiende y se enreda en sus alcances jurídicos para cerrar las web de pirateo. Y en primera línea de fuego, como corsario rebelde, aun cogidito de la mano de la esfinge rival, Álex de la Iglesia, el renegado, el cesante, cuyo discurso algunos pudieron tomar como una romántica canción del Pirata a toda vela, cuando sólo fue un testimonio de los tiempos modernos y la verificación de que internet ya no es el futuro, sino el presente. Con lo sencillo que sería, por ejemplo, hacer que las compañías telefónicas pusieran un pequeño pellizco del oro y el moro que se sacan con el invento para pagar por su cuenta páginas web de cine gratuito. Con publicidad integrada, si se desea. Entre otras propuestas imaginables. A ver si al final puede haber pan para todos y de paso se hacen películas que lo merezcan.
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