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Salto / El horror del oro chino

Wu Minxia, 26 años, es la mejor del mundo en su especialidad
Wu Minxia, 26 años, es la mejor del mundo en su especialidadlarazon

LONDRES- Detrás de una medalla siempre hay una historia de superación y sacrificio. Pero el caso de Wu Minxia, de 26 años, va mucho más allá. La saltadora china ha estado recluida durante los últimos diez años viviendo sólo para entrenar. Para que no perdiese la concentración ante los Juegos, sus padres, con los que habla escasos minutos de vez en cuando, llegaron a ocultarla la muerte de sus abuelos y la lucha contra el cáncer de mama que su madre sufre desde hace 8 años.
La atleta sólo fue consciente de la realidad familiar esta semana, cuando sus entrenadores la dieron permiso para hablar con sus progenitores después de ganar su tercer oro en salto sincronizado de trampolín de 3 metros. En los dos Juegos anteriores ya había logrado la medalla dorada. Debido a su potencial, la delegación China la internó en «Proyecto 119», una especie de academia para atletas con talento en la que los preparadores les hacen practicar sus ejercicios al menos ocho horas cada día.
Su padre, Wu Jueming, que justifica la vida que lleva la saltadora, asegura que «hace ya tiempo se dieron cuenta que su hija no les pertenecía por completo». «El día que murió su abuela fue como si tuviera una premonición porque nos llamó preguntando por ella y tuvimos que mentirle. Nunca hablamos de esos asuntos con ella», dijo.
Su caso ha hecho que varios medios de comunicación chinos hayan denunciado la obsesión del sistema deportivo de su país por acumular medallas de oro. Comentaristas como Liu Hongbo, del «Oriental Morning Post», escribían que las autoridades están tan ansiosas por obtener un oro que no tienen problemas en sacrificar valores profundos, como cuando persiguen el crecimiento económico a costa de la salud pública o el medio ambiente.
«Perder una competición se vuelve humillante». Ganar una medalla de plata es descrito como «un fracaso para obtener el oro», comentó Liu. Y comentó que el Gobierno organiza salones para ver las competiciones en las ciudades natales de sus deportistas y que, si pierden, «la audiencia se disuelve dejando a los padres de éstos solos».
Y cuando hay problemas, como con las dos deportistas que se dejaron perder, rápidamente se pide perdón y se anuncian medidas drásticas para castigar esas acciones. Es la otra dictadura.