Cataluña

OPINIÓN: Empresas patrióticas

La Razón
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En Cataluña cada vez que una empresa lleva un remoquete identitario hay que echarse a temblar. «Spanair, la de tots», «TV3 és la nostra», «Banca Catalana la de Catalunya», etcétera. La «espantá» de la compañía aérea presidida por Ferran Soriano es de antología. Sólo comparable al sonado caso de Banca Catalana, cuando Pujol rozó el procesamiento y las masas convergentes querían linchar al socialista Raimon Obiols.
Una vez más, el prurito separatistoide pudre y hunde empresas que bien administradas, con el «seny» del país, serían viables e incluso exitosas. En el campo de la aviación el ejemplo catalán de Vueling y el castellano de Air Europa son definitivos.
El inútil complejo de señor bajito no puede ser un modelo para nuestra sociedad, porque se hace el ridículo y acabamos encumbrando a personajes como Colom, Laporta o López Tena y, además, nos cuesta dinero.
Sería igualmente de agradecer el evitar los festivales o pronunciamientos patrióticos, tipo manifiesto del IESE, manifiesto del Ateneu o de la Reina Regente, así como los desafíos del anterior gobierno tripartito respecto a que Iberia tiene la central de vuelos en Madrid, el consejero Castells haciendo espiritismo financiero y la Cámara de Comercio de Barcelona con el señor Valls convertido en pancartero nacionalista.
A la hora de la verdad, todo ese empresariado patriótico no ha apoquinado lo prometido en el caso de Spanair y el resultado es una inversión pública millonaria. En el resto de España el pecado capital es la envidia, en Cataluña es la hipocresía.