Nueva York
Auserón premio al inagotable
Santiago Auserón usa muchas palabras para definirse. Ninguna es un sustantivo noble, de esos que se dicen y luego se hace una pausa para que se oigan bien. Asegura que es estudiante, viajero, aprendiz, obrero, e, incluso, vaya arrestos, se dice pequeño empresario
«Los 30.000 euros que me van a dar con el premio los voy a destinar a quitar números rojos de mi oficina y a mantener los puestos de trabajo», afirma alguien que bien podría llamarse «artista» y suena a declaración de intenciones. Porque Auserón (Zaragoza, 1954) ha visto de todo en la música en España. Y ha cantado y aullado tanto que ayer el Ministerio de Cultura le concedió el Premio de Músicas Actuales precisamente por su enorme versatilidad «que le ha permitido transitar desde el pop de vanguardia hasta el blues, pasando por el danzón y los sones latinos». Además, el jurado ha subrayado «sus trabajos de investigación y la calidad poética de sus letras».
Carrera prolífica
«Me interesa la música como aventura del conocimiento», y en esa singladura está su carerra todavía hoy, plagada de decisiones arriesgadas, desde la agitación cultural a catalizador de influencias con una Radio Futura para una España con radar de corto alcance. Del amaneramiento de sus comienzos a la cabalgada punk, y después la Nueva Ola, saltando, hasta los aires reggae, y después las influencias asiáticas y africanas, e incluso el atrevimiento de rendir homenaje a Allan Poe en la monumental «Anabel Lee». Siempre un paso más rápido de los que ya querían atrapar a Radio Futura en una banda categorizable. Aunque muchos no puedan citar más allá del «Enamorado de la moda juvenil» o «Veneno en la piel», dos himnos sin discusión, en los momentos de menos popularidad la banda firmó discos que ya quisieran muchos para su cumbre artística. Tras «La ley del desierto, la ley del mar», llegaron «De un país en llamas» (1985) y «La canción de Juan Perro» (1987), alumbramiento del alter ego y encarnación del mayor de los Auserón. «Yo me meto en complicaciones, traigo ideas que no son fáciles. Busco dar una imagen de la complejidad de los tiempos que corren, pero la canción tiene que ser transparente», reflexionaba el artista, que asegura que las canciones, como las chicas, «cuanto menos maquilladas, mejor». Por eso, de su carrera elige su último álbum, «Río negro», en el que bucea en la tradición de Nueva Orleáns, y la pone en contacto con el verso en castellano, ya que, como él sostiene, vivimos en una corriente sin fin de canciones que van y vienen en ruta desde hace siglos. Y a pesar de las dificultades, Auserón lleva tiempo preparándose psicológicamente «para seguir aguantando el temporal sin dejar de meter riesgo artístico en la jugada», dice.
Contra la farándula
En el fondo, Auserón no ha dejado de ser un espíritu callejero –incluso en el mencionado «Río Negro», de 2011 dedica una canción a Malasaña, tantos años después–, que ha ido poniendo en versión hispánica los ecos que llegan de Berlín, Nueva York, el Caribe o Nueva Orleáns. O resumiendo, según sus palabras: «Llevamos ya muchas décadas tratando de dignificar la canción popular española sin que pierda cercanía respecto a la gente, pero tratando de ennoblecerla para que sea a la vez divertimento y conocimiento. Es un objetivo difícil en este país en particular, pero existe un círculo de gente comprometida con la cultura que sigue creyendo que las canciones sirven para imaginar horizontes interesantes», afirma el compositor, que apenas pide nada para sí mismo, pero teniendo una oportunidad... «La mentalidad es que a los músicos, con dejarnos existir, es suficiente. Hay otros artistas que reciben subvenciones tremendas, y se aprueban leyes del Libro y del Cine, pero para los músicos ni hay legislación ni protección social. En España se sigue considerando a la música heredera de la farándula y la picaresca», se lamenta.
El músico filósofo
De las personalidades de la Movida, a Auserón le diferenciaba su bagaje intelectual. La noticia del premio le pilló «en medio de una frase» del libro que está escribiendo, algo que el jurado destaca en el fallo: «Por sus trabajos de investigación y la calidad poética de sus letras». Trabajos como «La imagen sonora. Notas para una lectura filosófica de la nueva música popular» (Episteme, 1998) o su parte en «Las culturas del rock» (Pre Textos, 1999), así como su prólogo al libro «Omega» (Lengua de Trapo, 2010), sobre el disco de Morente, que sólo él justifica el estupendo volumen.
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