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Se adelantó la Semana Santa Martín Prieto

La Razón
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Durante cinco años viví interno de Sevilla en la Universidad Laboral José Antonio Primo de Rivera con Alfonso Guerra de profesor de dibujo técnico. Tengo algún conocimiento muy grato sobre los andaluces y lo último que deseo es ofenderlos, pero como otras sociedades y países que nos resultan muy próximos como Italia o los porteños argentinos, la mayoría andaluza repudia la corrupción al tiempo que siente una rara fascinación por la «viveza», el pasarse de listos, el transgredir las normas como muestra de abrirse paso en sociedades hostiles. Después de 30 años de régimen socialista, me temo que los andaluces han terminado por ser clementes ante la golfería de su clase dirigente. Por ello, que el PP haya abandonado su campaña electoral en las evidencias de la corrupción en Andalucía ha sido un error y una pérdida de tiempo. Y eso que las trapacerías son surrealistas como asuntos aún no juzgados, pero escandalosos como gastar en cocaína fondos del desempleo, entrar en la nómina al nacer en una empresa sujeta a regulación de empleo, el nepotismo, el clientelismo y los desastres de tan larga gobernanza.

Dicen los socialistas que la alternancia no tiene nada que ver con la democracia, y es verdad, pero cambiar de vez en cuando de caballos garantiza la salud pública, y chamanes como Rubalcaba y Felipe González han dado lo peor de sí mismos afirmando que la caverna se estaba inventando la vergüenza de los ERE falsos. Periodistas, demoscópicos y los propios socialistas andaluces se han equivocado al no prever que, precisamente, la derecha se iba a quedar en casa sin votar, y los socialistas, hartos de oler mal, se iban a volcar en IU, sin advertir que así volvían a darle el gobierno a Griñán, cuyo único mérito es llevarse muy mal con Rubalcaba. Tal es la sorpresa en el seno de la izquierda andaluza que IU no va a formar coalición para gobernar la Junta, sino que van a esperar con apoyo parlamentario a que la autonomía limpie las cuadras antes de coaligarse en Consejerías. Al menos, hasta lo que sabemos, IU está limpia.

Del electorado andaluz sorprende que no considere el telón de fondo: existe el estereotipo de que Andalucía es una autonomía pobre, o con grandes bolsas de miseria, lo cual es falso. Es una autonomía más rica que Madrid, Cataluña o País Vasco y, sin embargo, cuenta con el índice de paro más alto de Europa, siendo Cádiz el punto negro del desempleo. Otro dato aún más ominoso es que es la región donde menos dinero se invierte por escolar. Tras tres décadas de gobierno monocolor no es para sentirse orgullosos.

Habiendo vivido allí, puedo constatar que hay una Andalucía urbana que ha acabado siendo gobernada por el PP en las capitales y diputaciones y otra rural donde anida una izquierda que viene de la «Mano Negra» Xisto Cámara, la preguerra civil, a machamartillo y a la que la derecha más moderna y civilizada le produce erisipela. Todos los esfuerzos de Arenas no pueden resolver esa dicotomía. Mi dama socialista favorita, junto a Leire y Bibí, Elena Valenciano, muy suelta de cuerpo, afirma el triunfo socialista en Andalucía cuando han perdido nueve escaños y el PP se ha alzado históricamente con una mayoría minoritaria.

También canta el triunfo en Asturias, aunque tampoco podrán gobernar allí. La mayor falacia de la dirección del PSOE es la de suponer que en Andalucía se ha votado contra la reglamentación laboral del Gobierno. Eso es suponer la insolidaridad de los andaluces con el resto de España, su antieuropeísmo, su equivocación griega y su voluntad de impedir el hacer del Gobierno desde una autonomía como si fuera una barricada. Las leyes laborales son imperativo de Bruselas y ya veremos si sirven o no para crear empleo, pero, aunque en política todo es negociable, me temo que Rajoy no las va a someter al criterio de la IU andaluza. Cuando yo estudiaba en Sevilla se nos aseguraba que Andalucía se convertiría en la California de España y el Valle del Guadalquivir en otro Sillicon Valley. Hoy California está quebrada, compra la electricidad en México y el Valley es un desguazadero. Premonitorio. Como la democracia es interpretable, pero no divisible, nada hay que objetar a lo que han decidido los andaluces, aunque hay que destacar su nivel de abstención y cansancio. La radicalización de la política andaluza es inevitable y lo siento por el bueno de Arenas, al que no se le puede pedir que continúe cuatro años más dando una batalla que puede durar más de esta legislatura. Y una Nota Bene para los comicios asturianos. Si hace un par de meses Álvarez Cascos se hubiera entrevistado con Rajoy, las elecciones del Principado hubieran sido innecesarias, pero primó el resquemor del primero y la desconfianza del presidente. En estas dos elecciones hemos hecho un pan como unas tortas y hemos hecho una Semana Santa por anticipado.