Aborto
Gallardón padre por J A Gundín
A José María Ruiz-Gallardón, político fajador, periodista vocacional y escritor de fuste, le debo alguna lección de periodismo que, aun habiendo merecido mejores frutos, me ha ayudado a orientarme entre los espinos. Con él seguí como redactor de Tribunales diversos litigios políticos que desaguaron en el Constitucional, el mayor de los cuales fue el recurso contra la primera ley del aborto que promulgó el PSOE. El sagaz José María supo, desde el minuto uno, que la batalla estaba perdida, así que en vez de malgastar tiempo y energías en contener la riada con una cuchara, adoptó la más inteligente de las estrategias: elaboró un argumentario intachable en defensa del «nasciturus», de modo que los magistrados pudieran incorporarlo a la sentencia, fuera cual fuere el fallo, como interpretación canónica de la Constitución. No se equivocó: el TC aprobó la despenalización del aborto en tres supuestos, que era el objetivo del PSOE, pero asumió la tesis de Ruiz-Gallardón. Por eso, cuando le dije: «Don José María, hemos perdido», me replicó con media sonrisa: «De ninguna manera». Y me explicó que la presión feminista para implantar el aborto libre no se pararía en la mera despenalización, así que se centró en guiar al tribunal hacia donde él quería: el aborto no puede ser un derecho y en nuestra Constitución no encaja una ley de plazos. Recuerdo todo esto porque, por esa extraña disposición del destino, es ahora su hijo Alberto el que se encargará de poner en valor aquel legado y de ajustar a la doctrina constitucional la ley del aborto libre elaborada por esas dos lumbreras de Occidente que responden a Bibiana y Pajín. Ni imaginar podían que José María Ruiz-Gallardón ya las veía venir hace casi treinta años y que sería su hijo quien recogería el testigo. Una victoria que honra su memoria.
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