España

Se resquebraja

La Razón
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Lo señalaba en mi último artículo. Cuando en el escenario de uno de los primeros teatros de Madrid –que es como decir de toda España– se puede poner en solfa buena parte de las majaderías de lo políticamente correcto y la gente se ríe y aplaude a rabiar, es que algo está cambiando en la mente de la sociedad. Esa sensación la he tenido más que multiplicada a tenor de la huelga general del 29 de septiembre convocada por UGT y CCOO. Por primera vez en la breve Historia de la democracia vigente, los sindicatos han dejado de recibir un trato de favor de los medios de comunicación y, sobre todo, de los ciudadanos. Por primera vez, hemos podido contemplar que los denominados piquetes informativos se dedican a realizar su labor lanzando piedras sobre vehículos y personas; impidiendo que los periódicos lleguen a los ciudadanos; vociferando amenazas que alcanzan incluso a los niños e insultando a los trabajadores que, a pesar de los sindicatos, conservan su puesto de trabajo y deseaban trabajar. Por primera vez, hemos podido ver cómo los ciudadanos de a pie se encaraban con los sindicalistas y les gritaban a la cara que eran unos vagos e incluso se permitían colgar pancartas improvisadas en la Gran Vía de Madrid acusando a los sindicatos de servir sólo para crear más problemas. Por primera vez, a pesar de que ni Ruiz Gallardón ni Rubalcaba garantizaron la seguridad de los autobuses de la capital de España, los trabajadores fueron a su trabajo de cualquier manera porque no estaban dispuestos a sumarse a lo que habían decidido UGT y CCOO. Por primera vez, una huelga general, a pesar de la violencia y de la coacción de los piquetes, no ha conseguido que la secunde ni siquiera el diez por ciento de los trabajadores. Todo esto es lógico porque los sindicatos son co-responsables necesarios del desaguisado económico de ZP y sus acólitos, y por eso mismo de que cinco millones de personas se encuentren sin trabajo en estos momentos. Todo esto es lógico porque mientras millones de personas perdían su empleo, UGT y CCOO sólo se han dedicado a recibir más dinero procedente del bolsillo de los ciudadanos a la vez que prodigaban «cariñito» a ZP. Todo esto es lógico porque UGT y CCOO se han convertido en unas castas privilegiadas donde cuellos sin camisas dejan pasar las comidas de los restaurantes más lujosos de España mientras disfrutan de cruceros en el Báltico o se apoderan de viviendas de protección oficial que no les corresponden legalmente. Sí, todo esto es lógico, pero es la primera vez. Por eso, me atrevo a pensar que quizá nos hallemos ante el principio del resquebrajamiento de un sistema injusto y cleptócrata en el que grupos de privilegiados se han dedicado a vivir a costa de los ciudadanos honrados con el pretexto del progresismo. Decía Lincoln que a todos se nos puede engañar alguna vez y que a algunos se les puede engañar siempre, pero que no se puede pretender engañar a todos siempre. Precisamente por eso, la dictadura de lo políticamente correcto, el victimismo rapaz de los nacionalistas catalanes y vascos o la supuesta legitimidad de sindicatos como UGT y CCOO han comenzado a resquebrajarse. La situación es mala, pero no cabe duda de que existen motivos para la esperanza.