África

Túnez

Túnez un camino hacia la libertad

 Posiblemente, uno de los mayores tesoros que tenga el viajero sea la capacidad de acumular sensaciones y emociones a lo largo de sus viajes. Un destino no es solamente sol, playa, historia, naturaleza, gastronomía, relax o diversión. Es también la vivencia del presente de ese país; el poder sentir «en primera persona» momentos que, desde luego, son mágicos.

Túnez un camino hacia la libertad
Túnez un camino hacia la libertadlarazon

 Esto es, sin atisbo de duda alguna, lo que más me impresionó de mi reciente viaje a Túnez. Pude ver la medina y el zoco de su capital, hacer algunas compras, disfrutar de la visita de lo que fue el antiguo Cartago o pasear por uno de los pueblos más bonitos del norte de África llamando «Sidi Bou Said». Todo ello es, por obvias razones, argumento suficiente para uno o varios viajes a este hospitalario país.

Sin embargo, la retina de mis ojos y el angular de mi cámara guardaron otro recuerdo imperecedero: la alegría que se apreciaba en el rostro de la gente esos días. Efectivamente, estuve por estas tierras un 14 de enero de 2012, justo el día que se celebraba el primer aniversario de la huida de Ben Alí. Una revolución que sería el comienzo de lo que se conoce como la «primavera árabe».

A eso de las tres de la tarde, o quizás antes, multitud de personas, de las más diversas ideologías, empezaron a agruparse a lo largo de la Avenida Habib Bourguiba, la gran arteria de la capital. Es un lugar emblemático, y ya legendario, en la historia reciente de este país, especialmente la conocida popularmente como plaza del reloj.

El que nos envolvía era un agradable ruido, a veces atronador, que bien podía calificarse de «música de la libertad». Todos parecían querer trasmitir su satisfacción. Banderas para todos los gustos, pero especialmente la roja y blanca tunecina que prevalecía, con creces, sobre el resto.

Una curiosa mezcolanza que incluía, por citar algunos ejemplos, banderas de la nueva Libia, grupos comunistas, banderas de Palestina, diferentes grupos islamistas, personas tomando café en las terrazas de los restaurantes aledaños, militares parapetados por alambres de espino en lugares estratégicos, fotos de Nasser, familias que querían gritar a todos los rincones su sensación de libertad, etc., etc. Una especie de gran festín de libertad del que este pueblo estaba hambriento desde hace mucho tiempo.

Quizás porque me veían extranjero o quizás porque llevaba una cámara de fotos colgada del cuello se acercaban y me rodeaban para que inmortalizara esos momentos únicos. Una especie de agradable acorralamiento entre personas que no conocía y no entendía, pero cuyos rostros trasmitían un desbordante júbilo.

No puedo esconder esa placentera sensación de haber estado en el momento exacto y en el lugar preciso del planeta.

Mira que hay playas paradisiacas en Túnez, mira que es bonito el gran anfiteatro de El Jem, mira que engancha un atardecer en el desierto, mira que es placentero un paseo por la isla de Jerba … y , sin embargo, sin haber podido disfrutar en esta ocasión de esas maravillas me voy contento, pletórico, de un viaje que me ha aportado mucho y, sobre todo, algo totalmente diferente a lo podía imaginar.

Desde aquí, además de recordar que actualmente es un país tremendamente seguro para el turista, mis mejores deseos para que esos vientos de libertad que se respiran en el nuevo Túnez lleguen a buen puerto y sea una realidad sin retorno al pasado.