Londres
Mitos olímpicos caídos por Julián García Candau
La ceremonia inaugural nos mostró un mito viviente, aunque en el mayor de los ocasos como persona: Muhamad Alí, Casius Clay, viejo campeón olímpico. La primera jornada de ciclismo nos bajó del Olimpo al británico Mark Cavendish, que se quedó con las ganas del oro que tanto se había pronosticado. En la primera jornada de la piscina, al estadounidense Michael Phelps le rebajaron los humos. Aspiraba ya a superar la marca de dieciséis medallas y no logró subir al podio, Los grandes héroes también lloran. Fabian Cancellara, aspirante a vencer en la prueba contrarreloj, sufrió una caída en la carrera de ruta y acabó con auténticas lágrimas al sospechar que padecía una fractura y no podría participar en la especialidad en la que se le considera el mejor del mundo.
Alí se proclamó campeón olímpico en los Juegos de Roma. Allí comenzó la carrera que acabó convirtiéndole en el mejor de la historia. Al regreso de Roma comenzó otra carrera: la del negro solidario y contestatario. Le llamaron el «Loco de Louisville» y su locura tuvo que ver con la sociedad estadounidense contra la que se rebeló. A la vuelta a su ciudad natal, después de los aplausos por la medalla de oro, se percató de que era campeón, pero no había dejado de ser negro. Ni él, ni su familia, ni sus amigos. Su primer gesto de protesta fue arrojar la medalla ganada al río Ohio.
Luego se negó a ser alistado para la guerra de Vietnam, donde morían gentes de su raza y latinos. Los nombres de éstos están presentes en el Memorial de Washington porque sus familiares siguen raspando el mármol negro para que sus nombres brillen.
Alí fue ayudado en Londres a caminar por el Estadio y, en el acto de izada de la bandera le proporcionaron una silla porque ya no podía tenerse en pie. El homenaje se convirtió en despedida olímpica al hombre que retó al mundo con sus puños.
La gran caída, aunque aún puede reivindicarse, fue la de Phelps. En la semifinal fue octavo, mal síntoma. No fue el típico prepotente que se deja ir para barrer en la final. Acabó cuarto. Le ganó Ryan Lochte, quien ya le había vencido alguna vez. Phelps, si no consigue aumentar su espléndido medallero, padecerá en su país una campaña con que justificar su caída. Se le recordará, entre otras cosas, que se le pilló fumando marihuana y se insistirá en que pasada la edad ideal para el nadador se exige más entrenamiento y parece que no lo ha seguido como hizo para Pekín.
Cavendish ha sufrido la derrota justamente en su país. No pudo ganar pese a contar con un equipo muy fuerte. De Londres saldrá tocado. El tiempo es implacable y los triunfos y la gloria son efímeros. En la ceremonia había muy poca gente que supiera quién era Alí. La historia fagocita hasta las mayores glorias.
Superior
La victoria de Estados Unidos frente a España sólo fue un síntoma. La victoria ante Francia, constatación. La superioridad americana se manifestó desde el primer cuarto. Cuando se llegó a la mitad ya estaba dictada la sentencia. Con 52-36, no era previsible que Francia creyera en la remontada y Estados Unidos jugó sin dar protagonismo a Kobe. De ilusión también se vive.
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