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Pagar en diamantes por Marta Robles

La Razón
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Tal y como están las cosas en la tierra, no es raro que el hombre lleve ya tiempo albergando la posibilidad de marcharse a otro lugar. Los sueños literarios siempre parecían conducir hasta Marte, el planeta que ahora sabemos que es rojo y que antes creíamos que tenía habitantes verdes; pero una vez descubiertas casi todas sus características, gracias a todos esos satélites que inundan nuestro espacio cercano, la imaginación del hombre se ha extendido a otros posibles paraísos espaciales. Mientras se encuentra –si es que existe– esa nueva utopía a la que poder desplazarse abandonando las sombras de nuestra marchita y desolada tierra, van apareciendo extraordinarios y mágicos astros con los que soñar. Por ejemplo, ese recién descubierto planeta diamante al que Marilyn Monroe hubiera querido ser la primera en llegar. «Si no tiene agua, ni condiciones para la vida», le hubiesen apuntado muchos... Pero seguro que ella habría repetido esa frase tan archiconocida por obra y gracia de una maravillosa película de «diamonds are the best girl friend» y hubiese cogido el primer cohete para alcanzar tan particular estrella. A una, que los diamantes le gustan lo justito, se le ocurren otras ideas al saber de este conglomerado de la más preciosa de las piedras. Por ejemplo, que quién pudiera mandar un satélite arriesgado e inteligente a arrancarle las suficientes como para poder tirárselas a la cabeza a la todopoderosa Angela Merkel. No porque fueran a favorecer a la primera ministra germana, que ni con brillantes, sino porque aunque fuera así, pagada en especies, quedaría saldada esa deuda de nuestros bancos que la alemana se quiere asegurar de que pagaremos todos los españoles, teniéndonos como rehenes.