Castilla y León
Caracoles ganan la carrera de los mercados
Zamora- Apenas cuenta treinta años, pero ha dado el paso de atreverse con algo nuevo. O no tanto. Esta ingeniero agrícola es la primera helicicultora -criadora de caracoles- de Castilla y León y lleva un año y medio con un proyecto de estudio de este animal, aunque no hace muchos meses ha dado el salto a su comercialización. «En Castilla y León sí se comen caracoles, pero se ha dejado de consumir algo en las últimas décadas, quizás porque la gente los buscaba y no los encontraba, o porque prefieren comprarlos embotados y no realizar todo el proceso de limpieza», explica Verónica González, propietaria de Zamacol.
La vida sigue muchas veces los caminos del azar y su «salto» a la helicicultura tuvo algo de ello. Preparando una cena de amigos, entrando en el otoño, decidieron no cocinar lo típico y buscar caracoles. Con la mala fortuna entonces de que no los encontraron en ningún comercio. La buena fortuna sería la de que ese «accidente» llevó a Verónica a investigar si no los había porque no se consumían o porque no se producían. La respuesta fue la segunda. Recogió varios animalitos con su concha a las espaldas y empezó a analizarlos. A los dos meses habían puesto huevos y el experimento fue avanzando. «Hasta que me dijeron en casa que, o los caracoles o yo». En ese momento, Verónica optó por recurrir al Vivero de Empresas de la Diputación de Zamora para abrir un local, de 50 metros, donde aplica un sistema de cría intensivo. «Produzco unos 20 kilos a la semana, pero podría sacar hasta 80. Ahora bien, tengo un ‘stock' en explotación con el que puedo empezar a vender».
En este año y medio ha investigado «mucho» porque, aunque sea ingeniero agrícola, «esto no te lo enseñan en la carrera. Allí se puede ver más cómo se trabaja en una explotación convencional de vacas o cerdos». De manera que ella recurrió al ensayo-error para abordar la alimentación más adecuada, las temperaturas. «Hay que tener unas condiciones climatológicas y ambientales concretas, pero cada helicicultor tiene su librillo, y esos parámetros que yo he obtenido son ya para mí como si fuesen secreto profesional».
Negocio en crecimiento
Salamanca y Valladolid, además de Zamora, acumulan la clientela más amplia de Zamacol. «Los sirvo yo misma si tengo varios pedidos allí, aunque también vienen clientes a por sus caracoles aquí», indica. «A Madrid los mando por mensajería», confirma, para agregar que «no es un negocio, el actual, que me permita enviar todos los días allí, pero sí mando varias cajas al mes».
Verónica González cree que Zamacol «innovar es posible si se trabajan las ideas», por lo que es optimista de cara a crecer. «He despegado bien, pero mi intención es crecer un poco más este año». No obstante, ironiza: «que me dejen como estoy, porque si retrocedemos, mal».
La singularidad de los caracoles de Zamacol, que tienen un precio de 15 euros por kilo, es que se comercializan limpios, purgados -es decir, sin nada en el estómago- y cuando llegan a comprarlos los pueden cocinar como quieran.
Otras recetas
Los objetivos de futuro: producir caracoles cocidos, en conserva. «Tengo que ver si con las ventas en fresco, en las redecillas, puedo obtener beneficios suficientes para adentrarme en un proyecto de envasado», explica Verónica, que descarta por el momento surtir a las grandes cadenas de distribución.
«Prefiero vendérselo a tiendas gourmet o restaurantes de calidad, que valoran más otras cosas, pero también a la clientela que he conseguido hacer en este tiempo».
«La cuña está abierta en Castilla y León», asegura Verónica González, quien pretende llevar su producto a zonas de consumo importante, como Zamora, León, Palencia, Valladolid o Salamanca. También al resto de provincias de la Comunidad, para después plantearse otras metas. Su referente, la producción en Cataluña, principal mercado consumidor de caracoles y en número de explotaciones.
De cerca
Verónica González es la única helicicultora de Castilla y León. Con 30 años, ha estado trabajando en una bodega en las campañas de vendimia. Las pagas que recibía, las dirigía a su explotación, pero el tamaño que fue adquiriendo ésta, le impidieron seguir con ambos trabajos. Así que dio el paso de volcarse en su negocio. Poco a poco, está abriendose mercados. «Tengo una pequeña explotación y lo puedo compaginar con pequeños trabajos, pero el día que tenga 300 kilos de producción mensual, que llegará no tardando mucho, sí tendré un negocio que me permitirá vivir de él».
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