Feria de Bilbao
El arrebato de Talavante le abre la puerta grande
Badajoz. Última de la Feria de San Juan. Se lidiaron toros de Zalduendo, bien presentados; el 1º, punto tardo pero humilla; buenos y nobles, el 2º y el 6º; el 4º, parado y deslucido; el 5º, derrotón pero con largura en el viaje; el 3º, manejable. Dos tercios de entrada.- Morante de la Puebla, de tabaco y oro, dos pinchazos, aviso, estocada (saludos); media estocada (algunos pitos).- José María Manzanares, de berenjena y oro, pinchazo, estocada (oreja); estocada (oreja).- Alejandro Talavante, de caña y oro, estocada (oreja); estocada suelta, descabello (dos orejas).
Los abanicos no daban abasto para atemperar aunque fuera un poco las brasas del ambiente. Un infierno en la tierra, que alivió Manzanares, en parte con dos faenas de depurado temple, sin angostura en los espacios, pero pulcro de técnica y de lentitud en el trazo. Y eso hizo que los derrotes del precioso quinto, que tenía fijeza y obedecía al toque, acabaran por disiparse ante la suavidad del engaño. Un viaje que iba limpio, ni una vez le tropezó la muleta. Metió la espada y sumó la oreja que necesitaba para abrir la puerta grande.
En primer lugar se llevó el toro más suavón de toda la corrida. Era el festejo del día después. José Tomás- Juli, dos gallos de pelea que convirtieron el esperado espectáculo en un volcán de emociones. La dulzura del segundo la vislumbramos desde que pisó plaza, ya en el capote ralentizado de José Mari. Despaciosos lances, milimétricos encuentros, calidad del Zalduendo en la muleta. Manzanares envolvió la faena de principio a fin. Bonita. Sedosa. Imaginable.
La revolución llegó en el sexto. Animado Talavante con el capote, chicuelinas casi de saludo y tres pares de banderillas. Sí. Banderillas con las que logró poner a la gente en pie, sobre todo el último par de encontronazo. Al quiebro, en las tablas, peligroso y forzado envite. Ya había metido al público de lleno. Expectante. Buen toro el Zalduendo, de un conjunto muy manejable y de buen son, enigmático el torero. Sorprendente. Variado, pero sin renunciar al toreo fundamental. Cosió muletazos por ambos pitones, noble toro... Cuando la mecha se apagó tiró Talavante de valor para pasárselo muy cerca, al paso, muy despacio. Poderoso. Solvente. Ambicioso. Con las bernadinas llegó al final, sólo la espada le separaba de lo que había perseguido con ahínco: la puerta grande. Se tiró con todo y con todo el ímpetu le agarró el toro por la ingle y le dejó colgado del pitón. Pavor. Se recompuso, de milagro, y cortó dos orejas con fuerza y pasión. Reconquistábamos con Talavante algunas de las emociones vividas el día anterior.
Con el desigual pero manejable tercero regaló Talavante su toreo bueno y centrado en dos macizas tandas de naturales. Y en lo demás, intervalos de interés.
Morante nos dejó fríos, bueno eso resultaba imposible, pero sí con las ganas de verle. Hubo muletazos sueltos de calidad con su primero, que humillaba aunque le costaba arrancar y no se complicó con el cuarto, sin entrega.
A hombros se fueron dos toreros. Dos versiones distintas. Talavante abrió la puerta grande a golpes. Y qué mérito el público, sofocante e inolvidable calor.
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