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Conversación con banquero (II) por César Vidal

La Razón
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Es muy posible que el banquero, al que me referí en mi última entrega, hubiera estado encantado de no tener que seguir dándome sus impresiones sobre el discurso de Rajoy, pero yo no abrigaba la menor intención de permitir que se callara. «No le comprendo», le digo, «quiere usted decir que Rajoy logrará que se cree empleo o no». «Que lo consiga resulta esencial para que España se recupere», me responde, «sólo con más empleados podrá reactivar el consumo y con el consumo, la economía. Ahora bien si lo que usted me pregunta es si éso es posible...». «Exactamente eso», remacho. «Bien, es posible», responde, «pero sólo en caso de que logre derogar la legislación laboral que pesa sobre España como una losa de mármol». Trasiega un trago más y me mira a los ojos por primera vez. «Ustedes en España han absorbido todas las formas de socialismo. Tuvieron el socialismo fascista de la Falange, que mantuvo a la nación en la miseria hasta los años sesenta. Luego votaron el socialismo socialdemócrata de Felipe González y, finalmente, el socialismo tercermundista de Zapatero. El resultado es que tienen ustedes una legislación digna de los piqueteros del peronismo, pero no de una nación avanzada. Desháganse de ella y crearán puestos de trabajo que salvarán a los desempleados y también la economía». «No sé si usted conoce a los sindicatos españoles...», comienzo a decir. «De sobra», me corta, «los mantienen ustedes con sus impuestos en lugar de sus afiliados; no representan a casi nadie y defienden normas obsoletas propias de Mussolini en virtud de las cuales se paga a la gente por llegar puntuales al trabajo, se financia el absentismo y se favorece antes al vago que al que trabaja. Todo eso sin contar las fiestas que tienen o su baja productividad. Así nadie invierte». «Seguramente, pero...». No me deja concluir. Ha levantado suavemente la mano izquierda para imponerme silencio. «Ustedes dan muy buen resultado, pero fuera de España. La razón es que nunca adquirieron la ética del trabajo de los países protestantes y que casi parecen complacerse en trabajar lo menos posible. Si desean salir adelante, remontar la crisis y permanecer en el euro tienen que cambiar», me dice con tono suave, pero firme, «Cambiar igual que cuando han salido a trabajar a Suiza y Alemania o resignarse a verse descolgados de la Historia otro par de siglos. No existe otra alternativa. Desháganse de los vagos que viven de los que trabajan o los que trabajan acabarán viéndose obligados a marcharse de España para sobrevivir». Guardo silencio por unos instantes. Al final, soy yo el que mira fijamente al banquero y le espeta: «Y ¿cree usted que así podremos superar la crisis?». Es obvio que apenas logra contener una sonrisa burlona. «No», me dice al final, «aún les faltaría algo más».