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Romney lucha por el voto de Ohio por César Vidal

La Razón
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Ohio es un estado esencial para decidir el resultado de las presidenciales. A pesar de ser el séptimo estado de la Unión en número de compromisarios –18– su importancia relativa es mucho mayor al tratarse de un «swing state», es decir, de un estado que puede cambiar su inclinación política, a diferencia de lo que sucede en la demócrata California o la republicana Texas. En el pasado, Ohio fue esencial para las dos victorias de George W. Bush y no ha habido un solo candidato republicano que llegara a la Casa Blanca sin obtener una victoria en su territorio. El objetivo de los republicanos resulta, pues, obvio, pero Romney no lo tiene fácil por varias razones. La primera es que en 2009 la Casa Blanca destinó millares de millones de dólares para mantener a la General Motors y a la Chrysler a flote mientras se reestructuraban. Romney, por el contrario, afirmaba entonces que tenía que haberse permitido que las citadas empresas automovilísticas quebraran sin recibir ayuda gubernamental. La General Motors todavía debe al Gobierno unos 25.000 de dólares –sí, en EE UU, las ayudas gubernamentales se devuelven– pero la mayoría de la gente de Ohio considera que la operación fue un éxito. Hasta qué punto la decisión de salvar la industria automovilística puede tener una repercusión en las elecciones se desprende del hecho de que Obama, al anunciarlo en un programa de la CBS, subrayó que la ayuda iría a parar a Ohio y no mencionó siquiera Michigan, enfatizando que uno de cada ocho empleos de Ohio derivan de la rama de la producción que acababa de ayudar. No se trató sólo de dinero público y electoralismo. La tasa de desempleo de Ohio es, hoy en día, de un 7,2%, casi un punto por debajo de la media nacional.
A pesar de todo, Romney tiene espacio en la cancha para jugar. Casi uno de cada tres votantes de Ohio afirma que no está «nada satisfecho» con la manera en que van las cosas en el país y otro 26% dice que «no está muy satisfecho». Sólo un 7% afirma estar «muy satisfecho» y otro 34% que está «algo satisfecho». Para intentar cambiar la situación a su favor, el candidato republicano realizará cuatro viajes a Ohio esta semana. El martes, junto a Paul Ryan, estuvo en Dayton; el miércoles se detuvo en Kent y Bowling Green y de ahí pasará a Columbus, Cleveland y Toledo. El mensaje de Romney está discurriendo –¿podía ser de otra manera?– en torno a la economía. Pero, de manera significativa, el republicano no está enarbolando la bandera de defensa de las grandes empresas –ésas las ha salvado Obama en este estado– sino la de las pequeñas. En Vandalia, por ejemplo, señaló que Obama está haciendo que sea muy difícil para los pequeños negocios crecer y salir adelante, lo que va a debilitar «lenta, pero seguramente nuestra economía y convertirnos en Grecia». No parece que el argumento resulte muy poderoso si se tiene en cuenta el enorme peso de los sindicatos –muy distintos de los españoles– en Ohio. Son los trabajadores afiliados a esos sindicatos nada ideologizados –llegaron a ser denominados en su día «demócratas por Reagan»– los que pueden decidir el resultado electoral.
Trabajo tiene Romney porque, de momento, Obama le saca siete puntos –según una encuesta realizada por un grupo de empresarios locales, ocho– lo que está muy por delante del margen de error.