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Estoy con los hipopótamos por César Vidal
Era yo todavía niño cuando una pareja de actores italianos –creo recordar que se llamaban Terence Hill y Bud Spencer– saltaron a la fama protagonizando una serie de comedias en las que el mayor aliciente era su extraordinaria capacidad para repartir sopapos a diestro y siniestro. Si no me falla la memoria, su carrera conjunta comenzó con «Le llamaban Trinidad» y continuó, con mayor o menor fortuna, a lo largo de distintas películas que los fueron trasladando por distintos lugares del globo. Concretamente, recuerdo una – yo debía estar saliendo entonces de la adolescencia– que transcurría en África y que se titulaba «Estoy con los hipopótamos». No me había vuelto yo a acordar de Hill, de Spencer o de los hipopótamos durante décadas hasta que hace unos días, Trinidad Jiménez –sí, creo que la siguen llamando Trinidad y no «señorita Trini» como pretendía Alfonso Guerra– me los recordó. Resulta que la deplorable ministra de Asuntos Exteriores, al día siguiente de que su partido perdiera las elecciones, aprobó subvenciones por valor de sesenta y tres millones de euros, es decir, por más de diez mil millones de pesetas. El contenido de las subvenciones me ha llegado al alma. Gracias a Trinidad Jiménez nos hemos gastado cifras situadas entre el cuarto de millón y los trescientos mil euros en conceptos tan necesarios como impulsar los festivales de cine lésbico, gay, bisexual y transexual en Hispanoamérica; como ayudar a los damnificados por el cambio climático en Nicaragua; como redactar un currículo bilingüe en maya o como impulsar las radios de género en Camboya. Da gusto saber que el Gobierno nos vacía los bolsillos, pero es para este tipo de causas ineludibles. Con todo, de todas estas subvenciones la que resulta verdaderamente más conmovedora es la que destina cerca de trescientos mil euros a solventar conflictos con los hipopótamos en Guinea-Bissau ya que tan sosegados como parecían va a resultar que son como etarras pero en seboso. Por más vueltas que le doy hay cosas que no entiendo en esta subvención de los hipopótamos. A decir verdad, observando con cuidado a Trinidad Jiménez la hubiera yo supuesto más cercana a la defensa de la condición del tordo que del caballo de río, que es lo que significa en griego la palabra «hipopótamo». Sin embargo, al final, las cosas son como son y no como nosotros las pensamos. Dicho lo cual, la realidad es que el nuevo ministro de Asuntos Exteriores debería encontrar la fórmula legal para evitar estos expolios perpetrados por Trinidad Jiménez, expolios que, desde no pocos puntos de vista, resultan peores que los ERE fraudulentos de la Junta de Andalucía. Sí, Trinidad Jiménez está, sin duda, con los hipopótamos, pero quizá sería más lógico que estuviera entre los que esperan a declarar ante el juez.
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