Corrupción política
Un hombre honrado por Esteban González-Pons
Este miércoles, el mismo día que el ministro de Justicia de España anunciaba medidas, esperadas por todos los ciudadanos, para despolitizar la Justicia, conocíamos en directo a través de los medios de comunicación, el veredicto del jurado del que, sin ninguna duda, es el proceso judicial más politizado de la democracia.
Un proceso que, mientras estaba bajo secreto de sumario para los acusados, era sistemáticamente filtrado a los medios con un sesgo negativo. Un proceso, cuya acusación está ejercida por el Partido socialista. Un proceso, que fue archivado por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, pero reabierto por orden directa y pública de la entonces Vicepresidenta del Gobierno Mª Teresa Fernández de la Vega. Un proceso, al que han asistido nada menos que cuatro fiscales, más que si se tratara de un grave caso de terrorismo. Un proceso, finalmente presidido por un ex alto cargo socialista, nombrado juez en las Corts a propuesta del PSOE.
Este asunto judicial demuestra que cuando la política entra en la sala, la Justicia sale por la ventana.
Llama la atención que un partido político se constituya en acusación popular contra un político de otro partido. Eso sólo demuestra el intento de conseguir, judicializando la política, lo que no obtienen por los votos. Sin darse cuenta, además, que los ciudadanos castigan a quienes se enfangan en acusaciones infundadas, sin importarles el buen nombre de las personas, las instituciones y de la propia Comunidad Valenciana.
Los electores le otorgaron el pasado mayo, la mayoría absoluta a Camps demostrando que estaban políticamente con él, y antes de ayer, el jurado popular, pronunció la única verdad que existe en un Estado de Derecho, la verdad judicial. Camps es inocente.
Tras el veredicto han surgido no pocas voces que reclaman que se le pida perdón a Francisco Camps. Es verdad, pero a quien tienen que pedir perdón no es sólo a Camps sino a los cientos de miles de ciudadanos valencianos acusados de votar a un candidato corrupto y a los millones de españoles a los que se ha trasladado una versión distorsionada sobre una acusación inverosímil.
Estos años de persecución han demostrado la forma de ser y de actuar de Francisco Camps, que ha resistido al más exigente escrutinio público de su vida personal y familiar, que haya sufrido nadie antes en nuestra vida democrática.
Las toneladas de páginas y horas de televisión para acabar con la reputación de Francisco Camps, no han podido resistir el peso de la realidad de un hombre honrado, coherente y siempre, inocente.
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