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«No he dado orden de asesinar»

Bachar Al Asad sigue resistiendo a las presiones internacionales y deja claro que no dimitirá. En declaraciones a la cadena estadounidense ABC, el mandatario sirio aseguró que «criminales, extremistas religiosos y terroristas próximos a Al Qaida» se han infiltrado entre los manifestantes pacíficos para azuzar la violencia y provocar la represión.

El presidente sirio, Bachar al Asad, durante su entrevista con la periodista americana Barbara Walters
El presidente sirio, Bachar al Asad, durante su entrevista con la periodista americana Barbara Walterslarazon

Ante la mirada atónita de la periodista Barbara Walters, Asad negó haber ordenado a las fuerzas gubernamentales que aplasten las protestas. «Nosotros no matamos a nuestro pueblo. Ningún Gobierno del mundo mata a su pueblo a menos que esté encabezado por un loco», insistió el sátrapa sirio. No obstante, reconoció, modestamente, que algunos miembros de las Fuerzas de Seguridad han cometido «algunos errores» y han sido «castigados» por ello, pero para nada su política es «represiva».

Negando lo evidente, Asad fue capaz de afirmar que el cadáver de Hamza Al Jateeb (un niño de 13 años arrestado y torturado hasta la muerte, cuyo cuerpo mutilado fue fotografiado y sus imágenes difundidas en internet) «no presentaba signos de tortura».

Como si no fuera suficiente la sarta de mentiras del mandatario sirio, además puso en tela de juicio el informe de la ONU sobre Siria en el que se denuncia la muerte de 4.000 civiles desde que comenzaron las protestas hace nueve meses. Según el «rais» sirio, «la mayoría» de los fallecidos eran «partidarios del régimen, y no al revés». Asad se burló también de las sanciones internacionales impuestas a Siria, argumentando que «no es nada nuevo».

El «rais» sirio se ha vuelto un elemento peligroso, con un carácter excéntrico y delirante que recuerda a Gadafi cuando, acorralado por los rebeldes, apenas mantenía el control de Trípoli y Sirte. Sin embargo, a diferencia del dictador libio, a Asad aún le quedan aliados y tardarán en oírse en Damasco las trompetas de la victoria. Sus más cercanos vecinos, a excepción de Turquía, siguen apoyando al régimen sirio.

El pasado martes, el líder de la influyente milicia chií libanesa Hizbulá, Hasan Nasrala, acusó a la oposición siria de querer entregar el país a EE UU e Israel. El jeque Nasrala mostró su apoyó al régimen sirio y las reformas emprendidas en ese país porque sostienen a la «resistencia». Ésta fue la primera declaración pública del movimiento Hizbulá, que había mantenido su silencio hasta ahora. En cambio, la monarquía jordana, que fue de los primeros en exigir la dimisión del presidente sirio, ahora parece haber reculado respecto a su postura inicial y ha solicitado a la Liga Árabe que lo exima de las sanciones.