Irak
Crimen sin asesino por Martín Prieto
Se han cumplido siete años del aquel 11-M trágico y pese a que el caso ya está juzgado y es imposible de reabrir, seguimos sin saber la respuesta a todas las preguntas importantes
Tenemos mala suerte con la historiografía del crimen porque aún damos vuelta a si fue el duque de Montpansier quien ordenó asesinar al general Prim, valedor de Amadeo de Saboya al trono de España, en la madrileña calle del Turco, frente a lo que ahora es Estado Mayor del Ejército. Sabemos al detalle quiénes organizaron el 18 de julio de 1936, y los nombres de los asesinos del almirante Carrero Blanco, pero no sabemos qué ocurrió el 23-F, y las brumas siguen envolviendo el mayor atentado terrorista cometido en España (191 muertos y 1.858 heridos), que, además, provocó un vuelco político inesperado. Por supuesto que los socialistas carecen de responsabilidad alguna en la matanza y su gestión, pero ante el 11-M siempre tuvieron la mala conciencia de haber ganado unas elecciones rebotando contra una montaña de carne talada.
Zapatero se había aupado sobre las espaldas de José Bono en un Congreso de trampas y promesas luego incumplidas. Zapatero era un florilegio de efectismos: talante (aún no se sabe si bueno o malo) y pancartismo tras el accidente del «Prestige» o el envío de tropas a Irak. Con la sabia retirada de José María Aznar nadie daba un cuarto por el PSOE a comienzos de 2004. La mayoría de la sociedad no veía necesaria la alternancia. Bien es cierto que hasta el 11-M fueron arañando intención de voto aunque ninguna agencia demoscópica colocaba al PP por debajo de una mayoría minoritaria, situación incómoda pero triunfante.
No es cierto que en aquellas ominosas horas el PP mintiera o no dijera toda la verdad. Menos el Rey, que se guardó el cuerpo no haciendo atribuciones, en la mañana del 11-M toda la clase política (incluida la vasca) y los medios de comunicación, sin fisuras ni ambages, sindicaron la autoría en ETA. El 11-S cuando al presidente Bush le informaron de los aviones kamikaze en un colegio de Missouri se quedó con la boca abierta ante los niños. De Aznar para abajo el desconcierto fue similar y la idea de ETA se les atornilló al cerebro como una idea fija. Hasta Ana de Palacio urgió a todas las embajadas a insistir en la zarpa etarra. ¿Qué ganaba el PP circulando por ese único carril?: nada, salvo la credibilidad puesta a una sola carta. El ministro del Interior, Ángel Acebes, informaba de continuo a la Prensa lo que le decían la Policía o los servicios secretos y el hilo islamista no tardó en aparecer. Pende la sospecha de que Acebes y Zaplana (portavoz) estuvieran siendo intoxicados por submarinos socialistas en las Fuerzas de Seguridad.
LA SEDE DEL PP, RODEADA
Cuando tras la manifestación de repulsa bajo la lluvia Rubalcaba recibió una llamada de París asegurándole que la jueza antiterrorista francesa descartaba ETA por completo, dijo a sus compañeros: «Ya hemos ganado». Si habían sido los islamistas la culpa era de Aznar por haberse involucrado en la guerra de Irak. Faltaba un toque de distinción: echar a la gente a la calle. En la sede central del PSOE hay un ordenador (lo tendrán otros partidos) con centenares de miles de teléfonos, y, pulsando una tecla envías el mismo SMS a toda tu red. Simpatizantes socialistas rodeando las sedes del PP y Rubalcaba rompiendo la jornada de reflexión, no lo he visto ni en elecciones centroamericanas en las que hasta está prohibido servir alcohol.
El 11-M es cosa juzgada por la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, y reabrir el caso es más difícil que forzar el cofre del Banco de España. La mochila bomba sin estallar era diferente a las que explosionaron, los vagones fueron dados a la chatarra destruyendo pruebas, el suicidio colectivo de la calle Martín Gaite fue de película de Tarantino, no casan unos asociales asturianos con unos moritos buscavidas de barrios bajos, se ignora qué tipo de explosivo se usó y no podemos ponerle nombre al responsable de los matarifes. Pasados siete años sólo nos queda la chorreante solidaridad de los madrileños, que somos todos. Como en tantas horas aciagas Madrid volvió a ser el rompeolas melancólico de todas las Españas en aquellos idus de Marzo.
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