«Drive»: El héroe con nombre

Mezcla ochentera del Hombre Sin Nombre de Clint Eastwood y el Conductor de Walter Hill, el héroe de «Drive» representa la naturaleza bicéfala de una película que oscila entre el romanticismo exacerbado y la violencia demoledora, resituando el estoicismo del estilo de un Michael Mann o un William Friedkin en el contexto de un cine de acción que convierte cada gesto y cada corte de montaje en los epígrafes de un silencioso código de honor. Podría acusarse a Nicolas Winding Refn de depender demasiado de modelos del pasado, pero el filme «Drive» nunca esconde que sus estrategias metatextuales pretenden reivindicar un cine infravalorado que, a su modo, sustituyó, en clave urbana, al western como constructor del mito americano.

Así interpreta Ryan Gosling a este especialista de día y chófer de los bajos fondos de noche, que se involucra por amor en un golpe que se tuerce. Lo encarna, decíamos, como un mito desubicado o un cowboy crepuscular, el espectro de otro mundo que, apretando a fondo el acelerador (¡qué hermosas son las secuencias de acción!), ingresa en las tinieblas para salvar a su doncella de los peligros del averno, encarnados por un amenazante Albert Brooks en el más aclamado «comeback» de la temporada.