Europa

París

La candidata enmascarada

La Razón
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En países como Irán, donde la lapidación está amparada por la Constitución y donde incluso se detalla el tamaño de las piedras para que la víctima no muera demasiado pronto o demasiado tarde, se suele cubrir a la mujer con un burka. Ellos lo hacen para ocultar el cuerpo herido y se conforman con ver cómo la sangre empapa la tela azulada, pero en el resto del mundo creemos que es para ocultar la vergüenza y la ignominia.

Ahora, en París, una mujer marroquí de 32 años, Kenza Drider, quiere utilizar una prenda similar, el niqab, para presentarse como candidata a las elecciones presidenciales de Francia con la intención de defender los derechos de todas las mujeres, usen o no niqab. Podría haber elegido un látigo como el que usan en Yemen para azotar a las mujeres que usan pantalones o un cinturón de castidad, como se hacía en plena Edad Media, para preservar la honra de la mujer mientras el marido iba a la guerra. Es una peculiar manera de vestir la mentira o de disfrazar la verdad, que en este caso es lo mismo. Se autoproclama «candidata de la libertad». En ningún país islámico la mujer tiene tantos derechos ni libertades como en el último rincón de Europa, donde, sin embargo, los traductores del libro «Yo acuso» de la diputada holandesa Ayaan Hirsi Ali exigen que su nombre no se publique por temor a las represalias de los islamistas. Presentar un trozo de tela como la bandera de una revolución demuestra el vacío del mensaje de esta mujer enmascarada. Hacer de un niqab un símbolo de lucha representa el mismo extremismo peligroso e incoherente que ver en unas viñetas en las que aparece Mahoma una ofensa imperdonable que hay que vengar con la muerte.

Drider equivoca su lugar en el mundo. Su decisión en Afganistán o en Yemen representaría un acto de rebeldía, una heroicidad, pero en París no deja de ser una charlotada, un espectáculo circense, un esperpento del que los primeros avergonzados serán los musulmanes, hartos de que el islam aparezca siempre representado por un burka o un niqab. Si ésas son sus armas, mala revolución abrazan.