Fórmula 1
Y no quedó ninguno por Lucas Haurie
Mercedes Alaya leyó en su juventud «Diez negritos», la mejor de las obras escritas por Agatha Christie, y quedó subyugada por la crueldad justiciera del extravagante millonario que liquida a los malos. Uno a uno, con cadenciosa parsimonia, todos los altos cargos pringados por los ERE visitan su juzgado antes de hacer fonda en prisión. «And then there were none», cantará la juez cuando haya enchironado al último de los pecadores encerrados no en una isla, sino en la celada de papel del sumario. Antes, los habrá obligado a escuchar el relato de sus fechorías porque es propio de la condición humana la autoindulgencia y hasta la amnesia a la hora de examinar la conciencias. Guerrero es el único que se ha arrancado la impostora máscara de inocencia, acaso para demostrar que los bebedores de gin-tonic tienen cierto sentido del honor. Al fin y al cabo, es trago de oficiales del ejército colonial británico, al contrario que el whisky que degluten los cowboys o del ron que trasegaban los piratas. Sobre otros tres altos cargos del gobierno socialista se cierne el encarcelamiento mientras el bipartito cocina en las Cinco Llagas las conclusiones exculpatorias de una comisión que debió constituirse hace dos años. Construyen cortafuegos pero las barbas de Griñán ya huelen a chamusquina.
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