Lenguaje

Entre el deber y el placer

La Razón
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Suenan otra vez las alarmas para España. El informe PISA-ERA vuelve a dejarnos en mal puesto en la primera evaluación de la comprensión lectora digital que se realizó a jóvenes de 15 años. Nos sitúa en el puesto 14 de entre los 19 participantes, 24 puntos por debajo de la media. Algo no va bien. Por ejemplo, la insuficiente carga lectiva que se asigna a las materias de Lengua y Literatura Españolas en el Bachillerato. Lo viene denunciando desde hace tiempo la Federación de Asociaciones de Profesores de Español (FASPE).

Pero sin éxito. Sin una roturación gramatical previa de la mente, resulta difícil forjar ciudadanos libres. Y sin una lectura comprensiva y la consiguiente modelación de la sensibilidad, todo fruto cultural parece imposible. Un estudio realizado en la Universidad de Cambridge prueba que a mayor comprensión lectora corresponde más libertad e inteligencia. Así, mientras usted lee estas líneas, tres áreas de la corteza exterior de su cerebro están trabajando: primero, el lóbulo frontal, que procesa las imágenes; segundo, el lóbulo occipital, que asocia los símbolos que percibimos (las letras) con un significado y, finalmente, el lóbulo temporal, que realiza una equivalencia fonográfica de lo leído como si escucháramos un discurso o leyéramos en voz alta.

Hábitos de reflexión
La lectura –ya nos advirtió O. W. Zacks– tiene un carácter generativo: «Al leer, adquirimos experiencias virtuales que nos capacitan para asimilar otras experiencias y otras lecturas». Leer no solamente proporciona información (instrucción); también forma (educa) creando hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo, concentración... y recrea, hace gozar, entretiene y distrae. Contra el deber del placer, procede reivindicar el placer del deber.