Bruselas
Los conservadores euroescépticos humillan a Cameron
Unos 80 diputados «tories» votan a favor de un referéndum sobre la UE
LONDRES- La derrota fue histórica. La humillación, monstruosa. David Cameron nunca antes había sufrido un varapalo a su liderazgo de tal calibre. La Cámara de los Comunes votó ayer una moción que pedía la celebración de un referéndum para valorar los términos de la relación que une a Londres y Bruselas. El asunto europeo siempre ha sido un hueso atragantado en el Partido Conservador. El mismo «premier» siempre ha afirmado que está en sus planes «recuperar poderes» que han sido transferidos, pero ayer dijo que no era el momento de llevar a cabo la consulta popular y sus filas no le escucharon. Alrededor de 80 diputados se rebelaron contra la decisión de su líder.
La propuesta no salió adelante, tal y como estaba previsto. Fueron 483 votos en contra y 111 a favor. Los liberal demócratas y los laboristas ya habían adelantado que votarían «no». Sin embargo, ayer lo de menos era la cuestión euroescéptica. Lo realmente importante era saber si el primer ministro impondría disciplina entre los suyos. Desde primera hora se especulaba que el número de insurgentes sería considerable, pero por la noche se superaron los peores augurios, que se acentuaron aún más con la dimisión de dos diputados.
A pesar de sufrir una gran derrota, Cameron no estableció ayer un récord de rebeliones conservadoras. En 1996, 95 parlamentarios se sublevaron contra los plantes de John Major para imponer restricciones a las armas de fuego tras la masacre de Dunblane.
Sin duda, el episodio abre un nuevo capítulo en la trayectoria del primer ministro, ya que desde que se había mudado a Downing Street, hace ya algo más de un año, el Partido Conservador se había mantenido unido, una vez superado el susto de gobernar en coalición con los de Nick Clegg.
El varapalo, además, vino tras un duro fin de semana, en el que Cameron agachó la cabeza ante el resto de líderes europeos cuando Sarkozy le pidió que se mantuviera al margen de los asuntos relacionados con el euro.
La pregunta ahora es qué pasara con la coalición. Una vez que los liberal demócratas han visto que el «premier» no controla a los suyos como debería, Clegg podría imponer más su personalidad plantándole cara en asuntos en los que hasta ahora le había apoyado.
Aunque es destacable ya de por sí que Westminster se plantee ahora cuál debería ser su vínculo con Bruselas, debido al panorama económico, es más preocupante aún que un primer ministro no sepa conducir a sus filas.
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