Roma
Calígula recupera su villa olvidada
El saqueo de una escultura saca a la luz la mítica villa que construyó el emperador romano y subraya, de nuevo, el problema de las autoridades italianas para mantener a salvo el patrimonio nacional del robo y el tráfico de obras de arte.
Desde el tiempo del Antiguo Egipto los saqueadores de tumbas son uno de los peores enemigos de los amantes del arte y de la historia. Con su ávida búsqueda de tesoros consiguen a veces extraer estatuas, joyas y todo tipo de objetos que venden a coleccionistas sin escrúpulos, dejando a un lado en la transacción el contexto de la pieza y, por supuesto, condenando al común de los mortales a no saber jamás de su existencia. En ocasiones las obras también acaban en museos que no tienen problema en hacer adquisiciones a vendedores de dudosa fiabilidad con tal de aumentar sus fondos.
Uno de los más odiados
Italia, que junto a la belleza de su paisaje tiene su principal tesoro en su patrimonio cultural y artístico es, junto a Francia, el país que más sufre este expolio. Lo advierte incluso la Interpol, que ha creado una unidad especial para combatir este tipo de delitos. El último caso de robo importante de una pieza muestra la fuerza de esta mercado clandestino y la debilidad de los Gobiernos para combatirlo. Sucedió el jueves pasado en Nemi, una pequeña localidad a 30 kilómetros al sureste de la capital italiana ubicada a la orilla del lago del mismo nombre. Los agentes del Grupo de Tutela del Patrimonio Artístico de la Guardia de Finanzas descubrieron en un camión que salía del pueblo una estatua de dos metros y medio de alto que representaba al emperador Calígula, uno de los más odiados de la Antigua Roma. La pieza, de mármol de la isla griega de Paros, mostraba al tercer César del Imperio sentado en un trono y con aspecto de divinidad, concretamente, con la apariencia de Zeus.
La estatua había sido excavada por un «tombarolo», es decir, un miembro del gremio de los ladrones de tumbas y otras excavaciones arqueológicas a los que nunca les falta trabajo en Italia. La había encontrado en una colina a las afueras de Nemi, confirmando la teoría de los expertos: en la localidad, Calígula había construido su majestuosa villa. El lugar es inmejorable. Desde aquellas montañas se tiene una vista preciosa del pequeño lago volcánico y, en los días claros, se divisa incluso el mar.
Según el «Corriere della Sera», que desveló la historia el pasado fin de semana, la estatua no estaba entera. Le faltaba la parte superior. Se desconoce si su estado acéfalo se debe al trabajo del «tombarolo» o a alguna tortura anterior. Ambas opciones son posibles. La pieza muestra numerosos golpes antiguos, tal vez realizados por los opositores del emperador, quienes fueron libando un odio hacia Calígula que acabó representado en su forma más radical cuando fue asesinado por los miembros de su Guardia Pretoriana siguiendo la conspiración de algunos senadores. También es probable que el expoliador dañase la estatua cuando intentaba extraerla.
Al parecer, tras descubrir la pieza y reconocer que se trataba de Calígula por medio de su tamaño y de que en el pie izquierdo vestía una «caliga», la sandalia propia de los legionarios que al emperador le gustaba ponerse desde niño y que le valieron su sobrenombre, el «tombarolo» volvió a enterrarla. No quería llamar la atención mientras buscaba un comprador para el tesoro que había hallado. Finalmente encontró a alguien dispuesto a pagarle cerca de un millón de euros por la estatua de Cayo Julio César Augusto Germánico, que era como en realidad se llamaba el emperador. La Guardia de Finanzas no ha ofrecido información sobre el posible comprador, pero ha explicado que el primer destino de la estatua era Suiza, uno de los mayores mercados de arte robado del mundo.
Un sinsentido
Aunque los agentes pillaron al expoliador, el delincuente no ha sido encarcelado ya que, según la ley italiana, debían dejarlo marchar. Este sinsentido se explica por la falta de una legislación clara y dura que impida que se repitan estos casos. Según reconoce la Interpol, que intenta coordinar la lucha internacional contra estos crímenes, la mayor parte de los países ni siquiera mantiene una base de datos sobre estos delitos, que muchas veces no son descubiertos hasta que las obras de arte afluyen al mercado legal y, entonces, el país del que salieron intenta recuperarlas. Italia, como una de las naciones más perjudicadas, lleva años presionando a museos de todo el mundo para que le devuelvan piezas que fueron sacadas de su territorio sin su consentimiento. Gracias a la promesa de préstamo de otras obras y a la amenaza de bloquear cualquier cesión si no se llega a un acuerdo, la diplomacia transalpina ha logrado en las últimas décadas que alguna piezas de incalculable valor regresen a casa.
Con 68 de ellas el Ministerio de Cultura organizó hace unos años una exposición titulada «Nostoi», la voz griega que denomina la vuelta a la patria tras largos viajes. De no ser por la intervención de la Guardia de Finanzas, la estatua de Calígula no habría tenido problemas en el mercado del arte robado. El sucesor de Tiberio es uno de los emperadores que más fascinación siguen provocando entre los coleccionistas. Atraen de él su demencia (llegó a poner a sus legionarios a recoger conchas por el impuesto que, en su opinión, le debía el mar), su crueldad (no dudó en mandar asesinar a quien le hacía sombra) y, por qué no, sus perversiones sexuales, que demostró acostándose con alguna de sus hermanas.
Además de mostrar la punta del iceberg de la expoliación arqueológica que sufre Italia, el hallazgo de la estatua de Calígula también ha metido prisa a los expertos para que pongan cuanto antes en marcha proyectos de excavación en la zona de Nemi que saquen a la luz los restos de la villa del emperador. Las dificultades, sin embargo, son enormes: los recortes de presupuestos decretados por el Gobierno de Berlusconi han dejado a estas iniciativas prácticamente sin fondos. Mucho más fácil lo tienen los expoliadores, que siempre encuentran un mercado para la obras que arrancan del subsuelo italiano.
El detalle
UN EMPERADOR DE CINE
Hace unos meses pasó por Madrid la versión teatral más reciente de «Calígula» a manos de L'Om Imprebís. Pero el emperador no ha cesado de ser fuente de inspiración desde que Albert Camus escribió su monumental drama en 1938. Antes lo interpretaron José María Rodero, Imanol Arias y Luis Merlo. En cine, Tinto Brass lo llevó al terreno de lo filopornográfico en 1979 con un inolvidable Malcolm Macdowell, acompañado, entre otros, por Peter O'Toole y John Gielgud.
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