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ANÁLISIS: Hogar dulce hogar por Javier Urra

La Razón
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l ¿Cómo se genera la ira en el seno de la familia y cómo evolucionan las relaciones?
–Si el padre de un niño de dos años que por sistema no obedece acepta sus requisitos, ya está alimentando a un «pequeño dictador» que a los 17 puede ser un maltratador. El orden que siguen estas actitudes empieza con la agresión verbal, pasa al afán por el destrozo de objetos; de ahí al empujón y, por un golpe mal dado, al puñetazo. No tiene por qué ocurrir un acontecimiento negativo, es natural que si se acepta la agresividad en la infancia, se alargue a la adolescencia y edad adulta.

l ¿En qué medida la crisis ha potenciado este drama y el patrón de hoy es diferente al de hace años?
–Siempre ha existido, pero antes el hijo daba un portazo y se marcharba. Ahora, sin trabajo, se queda en casa pensando: «Como no elegí nacer, que me aguanten», en lugar del natural: «Respeto a mis padres porque me han dado la vida». Otro fenómeno reciente e importante son esos jóvenes que regresan a casa de sus padres tras su emancipación. No obstante, los casos de maltrato a padres son puntuales, no debe desencadenar una paranoia social.

l En una familia en conflicto, ¿existen culpables, o existe patología?
–Sólo 1 de cada 3 hijos maltratadores tiene una enfermedad psicológica o una adicción. Los otros dos tercios están afectos de una psicopatía –que no es enfermedad sino insensibilidad–. Un psicópata no es sólo quien golpea y maltrata con 17 años; el origen de aquél es el niño de rabietas al que su entorno no frena en sus exigencias. No hay una línea que cruzar para empezar a hablar de maltratador, su construcción es una evolución imparable. Pero, insisto, no son enfermos; prueba de ello es que saben diferenciar dónde y de quién abusar: lo harán en el hogar, pero no lo harían en el Ejército.

 

Javier Urra
Doctor en Psicología y Ciencias de la Salud