Murcia
Duelo de guante blanco por José Clemente
Toda reunión de protocolo suele condensar grandes dosis de bonhomía y cordialidad, especialmente cuando se trata de un acto similar al que realizan los miembros del cuerpo diplomático en la presentación de credenciales al jefe del Estado del país donde son acogidos. El pasado miércoles tenía lugar en Murcia un acto que, aún lejos del boato que caracteriza el ejemplo que les he puesto de los embajadores, si reviste la debida consideración para este cronista en tanto en cuanto los dos personajes protagonistas del mismo son los líderes de los partidos mayoritarios de la Región, o dicho de otro modo, se vieron a puerta cerrada, cara a cara y por espacio de casi dos horas el presidente del Gobierno, Ramón Luis Valcárcel, y el de la oposición y recién elegido secretario general de los socialistas murcianos, Rafael González Tovar. Para ambos dirigentes éste no ha sido el único encuentro celebrado, pues ya lo habían hecho con anterioridad siendo el primero presidente de la Comunidad y, el segundo, delegado del Gobierno en la etapa de Rodríguez Zapatero como jefe del Ejecutivo central. Como suele ocurrir tras estos encuentros, los dos líderes calificaron la reunión de «amable y cordial», dentro de los parámetros en los que suelen darse tales entrevistas, pero donde, una vez acabada la misma y en comparecencia ante los medios de comunicación, quisieron volver a las andadas de sus posiciones originarias. Si algo no mueve nada a un político que se siente adversario del otro eso es, precisamente, este tipo de reuniones, y la historia está plagada de ejemplos.
Valcárcel y González Tovar son de edades muy parecidas, año arriba año abajo, y con perfiles de hombres infatigables, trabajadores y de muy sólidas convicciones. En más de una ocasión se les ha visto mirándose de reojo, ese modo de mirar a otro con disimulo, dirigiendo la vista por encima del hombro o hacia un lado sin girar la cabeza. En más de una ocasión, incluso, lo han comentado a sus interlocutores de confianza más inmediatos «sé que está mirando de reojo»; o, «sé que no le caigo bien porque me mira de reojo». En ocasiones se utiliza esta técnica para demostrar un cierto desdén con el rival: «me mira de reojo para mostrar su desprecio»; o, «me mira por el rabillo del ojo para demostrar su escasa confianza hacia mí». Valcárcel y González Tovar, que tantas veces se han mirado de reojo o por el rabillo del ojo, tuvieron hace tres días la ocasión de hacerlo cara a cara, directamente a los ojos del otro, lo que suponía un nuevo escenario en ese mundo de la comunicación no verbal y donde la forma de hacerlo denota fuerza o flaqueza, timidez o falta de confianza en uno mismo, un océano de detalles que no pasan desapercibidos y que dicen mucho del estado anímico del otro.
Era el momento también de plantear las situaciones incómodas desde el plano de la cortesía, lo que dice mucho de la preparación intelectual del adversario o, por el contrario, delata todas sus carencias y flaquezas, como le sucedía a Francisco Abellán, que sudaba a mares ante Valcárcel y era bastante parco en palabras. Caso distinto al de Ramón Ortiz, por quien el presidente sentía un notable afecto personal, o González Tovar, quien le inspira poca confianza como político. Pues bien, llegaba Tovar al encuentro con Valcárcel en plena tormenta política en la que el presidente afeaba y culpaba al PSRM-PSOE de haber «mentido a los cartageneros con la llegada del AVE a la capital portuaria de la Región». Ambos escurrieron el bulto en tan espinoso asunto, aunque hicieron alguna referencia a documentos anteriores que les apartaba discretamente del meollo del problema. No así ocurría en cuanto al abastecimiento de agua de la Región, aspecto en el que Valcárcel se sintió más ágil con el sable y donde reclamó a González Tovar su apoyo a los asuntos que más preocupan a la Comunidad, especialmente, en el apoyo a las políticas contra el déficit, el pago de la deuda y el reequilibrio en el gasto que todo ello conlleva y que obliga a aplicar recortes en muchas partidas presupuestarias. Tovar se vio forzado por las circunstancias y las capeó reafirmándose en su papel de jefe de la oposición, cosa que no agradó al presidente pues con ello se aseguraba la continuidad del flirteo entre los sindicatos y el PSRM, es decir, no se comprometió a ayudar a la Región si ello le ataba de pies y manos en sus políticas de confrontación y manifestaciones en las que González Tovar se deja ver con asiduidad. Y no le faltó tiempo para demostrarlo, pues a la salida del encuentro el líder socialista aseguraba que su partido continuaría apoyando las reivindicaciones de los trabajadores, en clara sintonía con las políticas que se diseñan desde Ferraz.
González Tovar sabe que se puede abrir un ciclo de relevo de Valcárcel y quiere la mejor posición de salida, pues en estos momentos acaba de llegar a la secretaría general y necesita de un periodo para hacerse fuerte en el partido, con la confianza de que en adelante todo lo malo que le sucederá será crecer con mayor o menor rapidez, pero crecer al fin y al cabo. El PSRM se prepara para un retorno a antiguas posiciones y ese puede ser el principal error, pues sólo retomará fuelle si le acompañan las políticas, no por alinearse con los sindicatos que es donde ponen toda la carne en el asador. Un duelo de esgrima, en definitiva, que podemos calificar de guante blanco.
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