Conciertos
Expresarse en jazz por Javier de Cambra
En sus cuarenta años de existencia, Boris Vian lanzó su talento, genio e ingenio a todos los horizontes. Ingeniero, inventor, pintor, actor, agitador radiofónico, libretista de óperas, sátrapa del Colegio de Patafísica, trompetista, cantante, novelista, compositor de canciones, autor de novelas negras rigurosamente americanas con la firma de Vernon Sullivan, alma de un barrio, Saint-Germain-des-Prés, que, en su reinado, era el alma de París... En esta incesante actividad abordó todo espacio para sorprender en cada uno de ellos.
Si Oscar Wilde pudo jactarse de que en sus obras tan sólo había depositado su talento, mientras guardaba el genio para el arte de la vida, Boris Vian tuvo en el jazz su mayor pasión, su verdadera patria, su razón nada secreta. Así lo expresó con toda rotundidad en el prólogo a «La espuma de los días»: «Tan sólo dos cosas valen verdaderamente la pena: la música de Nueva Orleans y de Duke Ellington y cualquier forma de amor con bellas muchachas». Y su continuo cómplice e intérprete de muchas de sus canciones, Henri Salvador, atestiguó: «Boris Vian estaba enamorado del jazz, no vivía más que para el jazz, no escuchaba, no se expresaba más que en jazz».
Cuando Vian entrega a la imprenta « Vercoquin y el Plancton» en 1946, cuenta entre sus posesiones más preciadas con el carné de miembro del Hot Club de Francia fechado en 1937. Apenas tenía entonces diecisiete años. Había tocado la trompeta en las orquestas de Claude Léon y Claude Abadie y es en el mismo año de 1946 cuando inicia sus colaboraciones en la revista de referencia en Francia, Jazz Hot. Cuatro años más tarde, en 1950, se ve obligado, por prescripción facultativa, a dejar de soplar su trompeta de bolsillo o «trompineta», en su propio diccionario.
Pero desde entonces y hasta el final de sus días, Vian no se perderá un sólo concierto valioso en el París de la era de los clubes de jazz, de las «caves», ni del festival de verano en Niza. Y en una decena de publicaciones dejó las más bellas crónicas acerca de la música de su vida. En sus «Escritos sobre el jazz» (traducción al castellano en Ediciones Grech, 2 volúmenes aparecidos en 1981 y 1982) está mucho del mejor humor de Boris Vian (y de sus opiniones sobre el mundo), y muy pocas veces el jazz obtiene su ritmo en la palabra impresa como en sus desafíos con la prosa. Sus frases como centellas siguen en pie. Así, se puede referir a Errol Garner como «el pianista más romántico desde Chopin» y fulminar al trombonista Bill Harris, del que dijo: «Suena como suena porque se ha tragado una cabra mal criada». Y tan futurista como su narrativa, logra condición de visionario cuando en 1949 estampa: «De aquí a diez años, con los progresos de la electrónica, todos los instrumentos tendrán un teclado de piano». Boris Vian: el jazz desde el corazón.
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