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OPINIÓN: Relojes y banderas
La encantadora localidad barcelonesa de San Pol de Mar tiene una tradición folclórica adversa con su famoso reloj de sol que cubrieron para que no se estropease precisamente por los rayos del sol. Preguntar por la hora en San Pol es como mencionar la Dolores en Calatayud. A esta injusta fama ahora se ha agregado uno de estos pronunciamientos independentistas de la señorita Pepis. Lo que le faltaba a la patria de Carme Ruscalleda y su restaurante. San Pol no ha de arrebatar la bandera del ridículo a su vecina Arenys de Mar, famosa por empezar el sainete del referéndum-costellada soberanista que luego se repitió por distintos pueblos de Cataluña.
Con el episodio de San Pol, una vez más, se insulta a la enseña nacional invadiendo el balcón del Ayuntamiento con una alcaldesa hipócritamente ausente y unos guardias ciegos, sordos y mudos.
La delegada del Gobierno, Llanos de Luna, ha puesto una denuncia a la autoridad municipal por negligencia culpable. ¡Nuestra más sincera felicitación! Parece que Jorge Fernández, ministro del Interior, está dispuesto a acabar con las provocaciones separatistas en materia de banderas, tanto en Cataluña como en el País Vasco.
Sería de agradecer que la consejería de Interior de Cataluña tomara cartas en el asunto y practicara aquí el monopolio –que pretende– de mantener el orden y cumplir la ley. Imaginémonos la reacción de la Generalidad si alguien descolgara o suprimiese la bandera catalana. Sería un delito de la patria con fusilamiento mediático y excomunión pública. Un poco de equidad, por favor.
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