Atenas

La bastilla en pie de guerra contra Hollande

La izquierda radical lidera en París una protesta masiva contra la austeridad

«RESISTENCIA». El líder del Frente de Izquierdas, Jean-Luc Mélenchon, con el puño en alto, marchó bajo este lema en la manifestación de París
«RESISTENCIA». El líder del Frente de Izquierdas, Jean-Luc Mélenchon, con el puño en alto, marchó bajo este lema en la manifestación de Paríslarazon

PARÍS- Es la primera gran manifestación de la era Hollande. También la primera que la izquierda francesa le organiza al actual Gobierno socialista. Los otrora socios y aliados electorales de François Hollande durante la campaña presidencial se han tornado en los principales opositores de su política económica y europea. La multitudinaria convocatoria de ayer tenía un eslogan: «Resistencia» ante la austeridad; y un cabecilla natural, el líder del Frente de Izquierda (Front de Gauche), Jean-Luc Mélenchon, para quien la masiva movilización –80.000 manifestantes; según los organizadores; 50.000, según otras fuentes– no es más que el principio de la protesta contra los planes de rigor y la ortodoxia presupuestaria imperantes en toda Europa. «Hoy es el día en que el pueblo francés entra en movimiento contra la política de austeridad», clamó Mélenchon al frente del cortejo donde compartía cabecera con sus socios del Partido Comunista (PCF), así como asociaciones y organizaciones sindicales convocantes.

En las primeras filas ondeaban también banderolas «por la defensa del empleo» de algunas de las numerosas empresas que han anunciado planes de despedido en esta «rentrée» o inicio de curso político que se antoja caliente. Al Ejecutivo socialista le ha estallado la rebelión por sorpresa y por la izquierda. Un quebradero más para un presidente aún novicio que no ha cumplido ni seis meses y con la popularidad desplomada. El éxito de convocatoria va a dar alas a una izquierda radical apenas visible y audible tras la arrolladora victoria socialista. «Nuestra presión es saludable para toda la izquierda y para todo el debate parlamentario», defendía el secretario general comunista, Pierre Laurent, quien también advirtió de que la protesta de ayer es sólo «el principio». Más allá de mostrar el malestar por unos presupuestos para 2013 plagados de recortes y subidas de impuestos y que exigen un esfuerzo presupuestario de 36.000 millones de euros en un momento en que la economía francesa está estancada y no termina de arrancar, el objeto de la manifestación era denunciar «la Europa de la austeridad» y el tratado europeo de estabilidad que el parlamento se dispone a examinar este martes en vista de su ratificación.

Si Mélenchon asegura que no se erige como un opositor del Gobierno de Hollande, sino de sus políticas de rigor, el malogrado candidato presidencial y revelación de las pasadas elecciones, se lo quiere poner difícil al Ejecutivo. «Lo que está sucediendo le va a hacer reflexionar», decía un ufano Mélenchon, presto a enarbolar la protesta de la calle y retomar el liderazgo del movimiento social, y para quien la movilización de ayer demuestra a Hollande que existe en Francia, pese a su reciente elección, «capacidad para una manifestación de carácter político y social».

Su grupo parlamentario, como el de sus aliados comunistas, votará en contra del Pacto Fiscal europeo, el próximo día 9 de octubre en la Asamblea Nacional. «Ahora tomará conciencia de que en Francia, como en el resto de Europa, hay una oposición estructurada contra este tratado y las políticas de austeridad», aseguró el líder del Frente de Izquierdas. Apoyarán ese frente antiausteridad buena parte de los diputados ecologistas, y, sin embargo, socios del Gobierno de Hollande, así como una veintena de socialistas díscolos que han hecho saber que romperán la disciplina de voto. «El nuestro será un ‘no de apoyo'» , defendía Jérôme Guedj, convencido de que así el presidente francés tendrá más fuerza para imponer en Europa un cambio de las políticas económicas. La incoherencia del argumento ha suscitado numerosas críticas dentro del propio partido, que reconocía cierto bochorno por este inesperado brote de insurrectos.

Un cambio de rumbo en Europa
Ningún miembro del ala izquierda del Partido Socialista (PS) o de Europa-Ecología-Los Verdes (EELV) se dejó ver tras la banderola oficial, aunque sus simpatizantes nutrían parte del desfile, como también sindicalistas de la CGT, próxima al Gobierno, y cuya dirección se negó a secundar la convocatoria.

El Tratado de Estabilidad firmado por 25 de los 27 socios de la UE el pasado mes de marzo y que impone una mayor disciplina presupuestaria superará, sin embargo, el trámite en la Cámara Baja con el paradójico apoyo de la oposición conservadora (UMP) y el grupo centrista que no estarán sino validando un texto aprobado en su momento por el entonces presidente, Nicolas Sarkozy. Mayores baches podrán encontrarse en el Senado, que lo examinará a partir del 20 de octubre, donde los socialistas no son mayoritarios y donde tampoco podrán contar con el respaldo de la izquierda radical ni de los ecologistas, cuyo congreso federal se pronunció la pasada semana mayoritariamente en contra de este texto por un 70% de los votos. Una vez más, el Ejecutivo deberá apoyarse en los votos de la UMP y los grupos de centro.

La manifestación de ayer, entre la plaza de la Nación y la plaza de Italia en la ciudad del Sena, se suma a una protesta global contra los recortes y la austeridad en los principales países del sur de Europa. Las movilizaciones de Madrid, Lisboa o Atenas, donde decenas de miles de manifestantes han salido estos días a clamar su exasperación y su oposición contra los repetidos planes de rigor, han degenerado en algunos casos en escenas de violencia y obligado a las fuerzas del orden a practicar detenciones. La especificidad francesa fue el carácter pacífico a la vez que reivindicativo de la cita, que concluyó sin ningún tipo de disturbio.

Popularidad en caída libre
François Hollande no levanta cabeza. Su Ejecutivo tampoco. A la luz de las encuestas de popularidad cabría preguntarse si entre el presidente francés y su primer ministro compiten por ver quién baja más y a más velocidad. Según el último barómetro Ifop para el «Journal du dimache», Hollande, con un 43% de opiniones favorables, ha perdido once puntos respecto a agosto y siete puntos Jean-Marc Ayrault, que se queda en el 50%. Sin duda, de las caídas más fuertes desde que existe este indicador. Y es que el presidente socialista no logra remontar tras un verano algo ausente pese a la crisis de la Eurozona. De ahí las numerosas críticas a su inacción. Para contrarrestar la espiral negativa, el jefe de Estado galo eligió la televisión para «fijar el rumbo» de los próximos años y detallar el plan de austeridad más importante de los últimos 30 años en Francia. Sin gran éxito. Su política económica y social es la principal responsable de tal impopularidad en un momento en que los franceses tienen la impresión de perder poder adquisitivo y los planes de despido se multiplican en las empresas.

La movilización de ayer confirma en parte la desconfianza de la población hacia sus gobernantes. Según un reciente sondeo de TNS Sofres, la mayoría de los franceses (64%) no cree que el actual Ejecutivo socialista consiga su objetivo de reducción del déficit, ni logre relanzar la economía (66%) o incluso reducir el paro (70%), que en agosto rebasó el umbral crítico de los 3 millones de desempleados. Paradójicamente, el más valorado de los miembros del Gobierno es también el más «sarkozysta» de ellos. Por el puesto que ocupa, por su firmeza y por su mano dura. Manuel Valls, ministro del Interior –cargo que aupó al Elíseo a Nicolas Sarkozy–no sólo es el más popular, sino el que más confianza genera. Hace apenas cuatro meses que «Sarko» desapareció de la escena pública y en Francia parece ya flotar un perfume de nostalgia.