Teatro

Presentación

Fetichismo

La Razón
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El otro día quedé con unos músicos jóvenes para debatir sus problemas actuales a la hora de acceder a nuestra siempre escuálida industria musical. Les chocó que llegara a la cita con traje, chaleco y corbata. Las noticias que tenían de mí como rockero irredento me parece que les habían hecho pensar que vestiría con americana de cuero, pendiente y (espero que no) cola de caballo.

Les hice observar que lo que llevábamos todos colgando del cuerpo no era otra cosa que pedazos de industria textil sin más valor fetichista que el que cada uno se empeñe en darle. Ellos iban vestidos a base de tejanos y camisetas y yo lo comprendí perfectamente y me pareció muy civilizado (lo que no me parece civilizado es el burka), pero les hice ver cuánto tenía su postura de artificial. No hay fetichismo más artificial que el de la supuesta naturalidad. Afortunadamente, el artificio y sus artefactos es lo que verdaderamente ha iluminado la vida humana desde que se inventó la rueda o la bombilla y nos ha sacado de las tinieblas. A mí, es que los fetichistas de la naturalidad no me ponen. Rendir culto a la camiseta y los vaqueros me parece simplista, pobre, engañoso. Si no queda más remedio que escoger un fetiche, prefiero en las señoras el corpiño, el tanga y las medias. Realzan su figura, figura a la que todos somos sensibles por causas estrictamente biológicas. Si ellas son capaces de constreñirse como cortesía para con los demás, qué menos que a cambio estrangularme yo un poco con ese artefacto llamado corbata. Mi descripción de las delicias del encaje fue tan detallada y precisa que, por las caras de los jóvenes, diría que sirvió para ahuyentar la candidez. Algo que, bien mirado, les será muy útil si desean adentrarse en ese avispero llamado música española.