Barajas

Al grano por José María GIL TAMAYO

La Razón
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Una de las características de Benedicto XVI es que se le entiende a la primera. No se anda por las ramas y tiene la maestría probada no sólo de su gran saber teológico y humano, sino también en su forma de expresar lo profundo de forma accesible para todos. Va al grano. Así lo ha hecho nada más llegar a España en su primer discurso a los Reyes, que es en definitiva un saludo a todos los españoles: ha agradecido, nada más pisar tierra en el aeropuerto de Barajas, la acogida dispensada por nuestro pueblo; ha ponderado su historia cristiana, que forma parte irrenunciable de su impronta y ha mostrado el objetivo principal por el que los jóvenes de todo el mundo se reúnen en esta JMJ: encontrarse con Dios en su Hijo Jesucristo.
Tanto el Rey como el Papa han coincidido en sus respectivos saludos en señalar que la situación actual del mundo es muy compleja y difícil tanto en lo económico como en lo político y social. También se han mostrado concordes al declarar que hacen falta valores auténticos y estables que den sentido a la vida de los jóvenes y les hagan afrontar con esperanza el futuro. Don Juan Carlos ha pedido al Papa que ilumine en estos días con su sabiduría las aspiraciones e inquietudes de los jóvenes. Y el Papa lo ha hecho de entrada con la propuesta más esencial y urgente que para él tiene la Iglesia. No hay otra receta que ésta y que el Papa repite en todas partes: anunciar que Dios existe y ama misericordiosamente al ser humano, para el que quiere su felicidad y salvación plena.
«Este descubrimiento del Dios vivo –ha dicho Benedicto XVI– alienta a los jóvenes y abre sus ojos a los desafíos del mundo en que viven, con sus posibilidades y limitaciones. Ven la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción. Y saben que sin Dios sería arduo afrontar esos retos y ser verdaderamente felices, volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida auténtica. Pero con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar, no deteniéndose ya ante sus más altos ideales, que motivarán su generoso compromiso por construir una sociedad en la que se respeten la dignidad humana y la fraternidad real».
O sea, que Dios no es el problema, sino la solución.


José María Gil Tamayo