Nueva York
Mary Paz Pondal: «Siempre he sido demasido buena»
La actriz protagoniza «El sobre verde», el filme que LA RAZÓN ofrece el viernes
De «El sobre verde», la película que este periódico regala el próximo viernes, Mary Paz Pondal recuerda principalmente dos cosas: a su director, Rafael Gil, con el que trabajó en varias películas – «me tenía cariño y confiaba en mí como actriz»– y el beso con Tony Leblanc, porque fue uno de sus primeros besos en el cine y le dio algo de vergüenza, «no hay que olvidar que estaba empezando y era pudorosa», me dice con tono de chica virtuosa y comedida que no ha perdido con el paso del tiempo.
–Algunos pensarán, por el título, que se trata de un sobre para sobornar a un ecologista...
–Sí, ja, ja, ja. Yo hacía de jefa de una banda de malhechores y recuerdo que cuando se terminó de rodar una escena en la que me enfadaba mucho con todos ellos y les gritaba, me aplaudió todo el equipo.
–No sé si le ha tentado ser jefa de una banda de malhechores...
–No me ha tentado ni me tienta. Siempre he sido una chica buena, demasiado buena.
–El protagonista de la película se llama Fortunato porque su madre lo parió en el escenario cuando interpretada a la Diosa Fortuna. ¿Es usted una mujer afortunada?
–Creo que sí, ahora sobre todo. Hago lo que me gusta, teatro, tengo un amplio repertorio de montajes sobre grandes poetas (Miguel Hernández, Machado, Alberti, Lorca) en los que se mezcla biografía y poesía. Trabajo mucho, gano mucho y me aplauden mucho. ¿Qué más puedo pedir?
No es una viuda alegre –no le placen las connotaciones del término alegre–, «pero sí una viuda encantada de la vida, en su plenitud». Su marido, el director Fernando Pereira, murió hace 7 años. Los 70 fueron para ella buenos tiempos, «porque trabajaba bastante y en todos los medios: cine, teatro y televisión; hacía seis o siete películas al mes». Del año 71 es también «Una chica casi decente». Le pregunto si eso es lo que ha sido toda su vida y me dice que ella siempre ha sido decente: «Me eduqué en las dominicas y mis padres eran rectos; no fui mojigata, pero me casé pronto y no tuve antes muchos novios».
–Hizo más de 70 películas. ¿Cuáles salvaría?
–Me quedo con «Tristana», porque tengo un gran recuerdo de Luis Buñuel, y las que hice con Paco Martínez Soria, porque fueron grandes éxitos. Buñuel me decía todos los días: «Qué pena que su papel no sea más grande, porque usted está muy bien...». Fue muy cordial conmigo.
–Recuerdo que no se libró de aquella ola erótica que llamamos destape.
–Hice algo de destape, sí, pero nunca un desnudo total. Enseñar el pecho nunca me preocupó demasiado.
–¿Dónde quedó la muchacha pudorosa educada en las dominicas?
–Quedó atrás. Pasé de pudorosa a menos pudorosa. Es la evolución lógica.
–¿Cómo vivió el franquismo?
–Muy bien. Era muy joven, no estaba metida en política y no me enteraba de nada, sólo quería trabajar mucho en el cine, en el teatro, en la tele. No me preocupaba otra cosa.
Como en el cine sólo le daban papeles de tía buena que cada vez le atraían menos, decidió volcarse en el teatro y formó compañía con su marido: «El teatro me hace feliz; hago lo que quiero hacer y eso es lo más importante en la vida, sin duda». Le va muy bien pese a la crisis, «recientemente hemos celebrado las mil representaciones de "Compañero del alma, compañero", sobre la vida y obra de Miguel Hernández».
–Actúa en teatros, prisiones, universidades, colegios, centros culturales. ¿Dónde acogen mejor este tipo de teatro?
–En América mejor que en España. He estado en Canadá, México, Puerto Rico, Nueva York, Santo Domingo, etc., y puedo asegurar que allí los poetas españoles entusiasman; creo que aman más a nuestros poetas que nosotros. No tengo queja de España, pero allí son más receptivos, más sensibles o exteriorizan más su entusiasmo.
–Pasa el tiempo. ¿Cómo se ve ante el espejo?
–Estupendamente. De vez en cuando engordo un poco porque me gusta mucho comer, pero no he notado un gran cambio físico con los años.
–¿Y algún cambio mental?
–Siempre he sido una mujer equilibrada. Nunca he sido una loca ni he hecho locuras. Nunca.
Mary Paz fracturó una cadera no hace mucho bajando las escaleras de un hotel, en su tierra, Oviedo, y ya está bien, ya anda sin muletas, pero por culpa del accidente perdió una película, «Los muertos no se tocan, nene», que era su retorno al cine después de cinco años. No tiene achaques. Nunca ha fumado ni ha bebido. Y presume de leer sin gafas.
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